Como es natural, los comicios del próximo 11 de abril no ocurren en la estratósfera regional, ni al margen de un mundo asustado por este virus y los que vendrán. Tampoco se juega acá el partido global de fondo, es verdad, pero como decíamos en una columna anterior es importante que nos situemos en la cancha y no nos quedemos con una mirada de alcance apenas aldeano.
Un asunto crucial, por ejemplo, es qué va a significar a nivel regional nuestra estrategia sanitaria frente a la pandemia. Hemos estado dando tumbos, y seguimos en eso, pero el próximo gobierno tiene que tomar el timón y dar un golpe que no solo controle mejor el barco sino que haga más coordinaciones con los vecinos. No se puede combatir la pandemia solamente desde una casa.
Sin embargo, en la mayoría de aspirantes a Palacio no se nota un ánimo integrador en ese tema. Varios de ellos creen que se resuelve tomando un avión o hablando con ‘el’ personaje crucial. Ciertamente los contactos ayudan. Pero ¿qué candidato, por ejemplo, está pensando en activar mecanismos diplomáticos para contener la amenaza sanitaria en la que se ha convertido Brasil?
El drama migratorio es otro asunto de urgencia. Que por añadidura afecta principalmente a tres países andinos (Colombia, Ecuador y Perú). Siendo así, ¿vamos a seguir diciendo que el Parlamento Andino es inútil y rifando el voto para esa instancia entre varios aventureros? Ha habido coordinaciones migratorias, pero en la campaña vemos más la xenofobia en escena.
La migración venezolana también remite a otro problema de fondo: cómo encarar la crisis venezolana, cómo hacer para que la desastrosa situación generada por la permanencia tiránica de Nicolás Maduro desemboque en un gobierno de transición. Hace unos días, la candidata Verónika Mendoza se refirió al tema afirmando que lo hecho hasta ahora no había resultado.
Saltaron las luces rojas, pero la triste verdad es que la ‘presidencia interina’ de Juan Guaidó es un naufragio. La propia Unión Europea ya no lo reconoce como tal, y tampoco algunos gobiernos de la región, como los de República Dominicana y Panamá (gobernados por socialdemócratas). Es una aventura fallida, inútil. ¡Hasta Joe Biden ya piensa en otra estrategia!
Hay que preguntarse, con franqueza, si se le quiere buscar una salida a la crisis o alargarla. Una coordinación entre el Grupo de Lima y el Grupo de Contacto, una instancia que busca una salida pacífica y nuevas elecciones (y que integran Costa Rica, Uruguay, Alemania, el Reino Unido y otros países) podría proveer una alternativa. Lo otro es seguir en una rueda sin fin.
Otro tema candente es el ambiental. Ya numerosos científicos, y hasta el secretario general de la ONU, han alertado sobre el vínculo entre el cambio climático y las pandemias. Los virus están allí por montones, esperando que sigamos destruyendo la biodiversidad, para que los encontremos en ecosistemas como el amazónico. ¿Algún candidato ve ese nudo gordiano?
El peligro está allí, junto con el fósforo que volverá a encender los incendios, por lo que fortalecer la Organización Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA) es crucial. Existe, no se ha extinguido, y el nuevo gobierno debería ser un animador regional para que sea un organismo más vivo. También debería ratificar el Acuerdo de Escazú, si se toma en serio lo ambiental.
Por último, ¿qué significado tiene el resultado de las elecciones en el barrio sudamericano? En Bolivia hay un presidente escorado hacia la izquierda, lo mismo en Argentina y lo habría en Ecuador desde el 11 de abril, si el candidato Arauz gana la segunda vuelta. Probablemente el péndulo también se vaya hacia ese lado en las presidenciales chilenas de noviembre.
Y en Brasil en el 2022. ¿Se abre un ‘nuevo ciclo progresista’? Como fuere, hay una gran lección que ya tendríamos que asumir: la democracia es saber convivir. Lo peor que podría pasar es que nuestro nuevo presidente o presidenta le haga ascos a cualquier estrategia regional sanitaria por fobias ideológicas de cualquier signo. Es tiempo de estadistas y no de extremistas.
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