“Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”. Sí, como en el verso del poeta italiano Cesare Pavese. Esta muerte que se nos metió en la casa y vive cruel con nosotros. En este año mortal donde perdemos a diario familiares y amigos. Ad portas del Bicentenario. A días de las elecciones generales, en todos los segundos de esta pandemia que nos obliga a ya no ser los mismos en la agonía sin fin, sin oxígeno, sin UCI y con un discurso para las tribunas del presidente Sagasti: “Lo que no queremos es que el que tenga plata se vacune y el que no, no”. Y de pronto, una peruana valiente pide su muerte. Y las bandas torpes de fanáticos la llenan de agravios e injurias.
Y es que Ana Estrada Ugarte ya no quiere vivir. A sus 44 años padece de polimiositis, enfermedad degenerativa que sufre desde niña. Y desde que el 2015 dejó la unidad de cuidados intensivos de un hospital, sobrevive postrada en su casa en donde recibe tratamiento médico día y noche. Pero ya se decidió y clama hoy por una muerte digna. Hace una semana, el Poder Judicial de Perú ordenó al Ministerio de Salud y a EsSalud respetar su decisión de poner fin a su vida a través de la eutanasia que en el Perú no está permitida. Sin embargo, la sentencia autoriza por primera vez en nuestra historia el derecho de una persona a terminar con su vida.
E ignorando quién es Ana Estrada y por qué llegó a esta situación, aparece el candidato de la derecha radical, el fanático conservador Rafael López Aliaga y dice: “Si se quiere morir, que se tire de un edificio”. Pragmático como todo buen reaccionario, no entiende el uso de la libertad de Estrada pero sí defiende la libertad de los privados a disponer de las vacunas. Esa es su calaña. Pero López Aliaga no solo es un zamarro con plata y es el mayor litigante del Perú. Cierto, dinero que proviene de sus amarres con los fujimoristas, ignora también los mínimos valores de la solidaridad y humanidad y hoy es el mejor representante de la Confiep, el Opus Dei, los fachos criollos y la pituquería arribista.
Ana Estrada escribió en su blog: “esta búsqueda por la muerte se convirtió, paradójicamente, en una motivación para vivir”.
Y lo lograste Ana y olvídate de López Aliaga, ese ferroviario de los cadáveres y cito otra vez a Pavese: “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos / esta muerte que nos acompaña / desde el alba a la noche, insomne, / sorda, como un viejo remordimiento / o un absurdo defecto…”.