El presidente Donald Trump no cree en pactos de caballeros porque no es uno de ellos, y está por ratificarlo al maniobrar para que, por primera vez, se elija como presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) a alguien que no es latinoamericano.
El pacto fundacional del BID, de 1959, lo recuerda The Economist esta semana: América Latina tendrá la presidencia y una pequeña mayoría del capital, y Estados Unidos el puesto dos de la organización, y algunos vetos informales sobre el manejo del banco.
El pacto se ha cumplido hasta ahora, con las presidencias de un chileno, un mexicano, un uruguayo y un colombiano, Luis Alberto Moreno, quien en setiembre dejará la presidencia de una institución que no es ejemplo de eficiencia y donde la relación política ha tenido un papel importante en la designación de funcionarios, pero que, como comenta la publicación británica, presta US$ 12 mil millones al año para infraestructura, salud y educación, asesora a los gobiernos, y es canal de comunicación entre las Américas.
El elegido de Trump es Mauricio Claver-Carone, un cubanoamericano técnicamente apto –asesor del Tesoro, representante del FMI–, pero políticamente errado, pues romperá el pacto de caballeros y polarizará a la región. Es el principal funcionario para América Latina en el Consejo de Seguridad Nacional, arquitecto de la política de Estados Unidos hacia Venezuela, y el que trató con la punta del pie a Torre Tagle por la candidatura del embajador Hugo de Zela a la OEA, diciéndole: “¿Para qué nos hacen perder tiempo?”.
“Viene con un equipaje muy tipo Miami, representa una alianza muy conservadora”, señala un diplomático latinoamericano sobre Claver-Carone en The Economist. “Cubano republicano rancio conservador”, me lo describe un alto funcionario internacional peruano con gran preocupación.
Sus promotores aseguran que ayudaría a que el Tesoro realice un aumento de capital en el BID, pero sería el operador político de un presidente que va a perder la elección en noviembre.
Algo debe hacer Torre Tagle para impedirlo, cuando Brasil y Colombia ya le aceptaron a Mr. Trump su nueva majadería, y Perú y Chile parecen no querer comprarse el pleito.
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