Dubái, la famosa ciudad de Emiratos Árabes Unidos (EAU), es un moderno centro financiero mundial que cuenta con más de tres millones de habitantes. Se ubica a lo largo del golfo Pérsico, junto al mar, por un lado, y amenazado por una alfombra desértica, aparentemente interminable, por el otro. Una lucha para no ser tragada por la arena.
En 1971 se realizó un desfile que celebró el nacimiento de los Emiratos Árabes Unidos, que en 50 años se convirtió en uno de los países más ricos e influyentes del Golfo.
Esta ciudad de EAU es considerada como uno de los principales centros internacionales del comercio de oro. En los primeros nueve meses de 2020, el comercio de este metal en el país se valoró en 41.000 millones de euros, según la Aduana de Dubai. Es la exportación más lucrativa de la ciudad después del petróleo.
Sin embargo, a pesar de su admirable crecimiento y estatus económico, la ultramoderna Dubái se enfrenta a un gran desafío: los invasivos desiertos que amenazan las tierras fértiles.
Alrededor del 80% de la superficie terrestre de EAU es desierto. Su ecosistema es frágil y, en parte, debido a la desertificación. “Con el aumento de la población y los sistemas de consumo de alimentos, la degradación de la tierra y la desertificación se están volviendo rampantes”, señala un informe del gobierno publicado en 2019.
Debido a esta situación, y a diferencia de otros países afectados por este proceso de degradación, EAU tiene la capacidad de financiar ideas innovadoras, no para conquistar el desierto, sino para restaurar áreas terrenales que ya no son productivas, consigna BBC.
Esta imagen muestra una vista parcial del horizonte de Dubái, en el emirato del Golfo el 29 de septiembre de 2021. Foto: AFP
La mentalidad que ayudó a construir Dubái, una metrópoli sobre la arena, se enfoca ahora en luchar contra la invasión del desierto.
La desertificación consiste en una degradación persistente de la tierra por la cual el suelo fértil y cultivable de regiones áridas o semiáridas se vuelve improductiva, producida por las variaciones climáticas y la actividad del hombre, reseña el portal especializado GreenFacts.
Este fenómeno está cada vez más vinculado, tanto en Emiratos Árabes Unidos como en todo el mundo, a la actividad humana; en concreto, al pastoreo excesivo, la agricultura intensiva y el desarrollo de infraestructura.
Se ha reportado una grave pérdida de tierras valiosas en EAU durante los últimos 20 años. Según el Banco Mundial, la nación en mención tenía 75.000 hectáreas de tierra cultivable en 2002, pero para 2018 habían disminuido a 42.300. Los datos del organismo también indican que, en el mismo período, el porcentaje de tierras agrícolas en este lugar cayó del 7,97% al 5,38%.
Durante las décadas de 1970 y 1980, la utilización de sus vastas reservas de petróleo trajo a EAU una etapa de impresionante crecimiento y prosperidad financiera; sin embargo, sucedió en gran medida sin mucha consideración por el medioambiente. El Fondo Mundial para la Naturaleza lo clasificó como el país con la peor huella ecológica per cápita, en 2008.
La sequía, el uso excesivo de los recursos naturales, el rápido desarrollo urbano y el aumento de la salinidad del suelo son otros riesgos que se presentan en la ciudad.
Por mucho tiempo se promocionó, como enfoque central, la antigua solución ambiental de simplemente plantar más árboles.
“Los árboles ligan el suelo, absorben carbono dióxido, mejoran la fertilidad del terreno y su infiltración y la recarga de las aguas subterráneas”, manifiesta Anna Tengberg, docente del Centro de Estudios de Sostenibilidad de la Universidad de Lund en Suecia.
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Al respecto, en 2010, el emir Mohamed lanzó la iniciativa “Un millón de árboles”, con la finalidad de plantar esa cantidad en un intento por aumentar las áreas verdes en la ciudad y detener la desertificación. Lamentablemente, “el 100% de los árboles murieron y la iniciativa fue un fracasó total”, señaló Hamza Nazal, la empresa que estuvo a cargo del proyecto.
“El proyecto se utilizó con fines de relaciones públicas y para mostrar iniciativas diseñadas para promover la sostenibilidad. (...) Si realmente se preocuparan por el medioambiente habrían intentado salvar el millón de árboles que se estaban muriendo frente a ellos”, aseguró Nazal.
El rascacielos más alto del mundo, Burj Khalifa de Dubái contrasta con palmeras datileras en su base. Foto: Snapper Nick/Alamy/BBC
“Desde el punto de vista ecológico, el fracaso de este proyecto se debe al hecho de que algunos de los árboles no se adaptaban al entorno de EAU”, explicó Christian Henderson, profesor de estudios de Medio Oriente en la Universidad de Leiden en Países Bajos.
Para que cualquier proyecto tenga éxito en un paisaje seco y árido, manteniendo vivos y saludables a los árboles, es crucial aprender a usar el escaso suministro de agua de forma inteligente.
Dubái, así como otras partes de Medio Oriente, invirtió en numerosos proyectos de “siembra de nubes”, que consiste en inducir las lluvias de manera artificial.
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Para muchos esa finalidad es controvertida, ya que, con un éxito difícil de medir, argumentan que podría conducir a inundaciones. En tanto, otros señalan que los materiales utilizados, como el yoduro de plata, podrían ser dañinos.
Desert Control, con sede en Noruega, con nuevas tecnologías desarrolladas tiene como objetivo mejorar el problema de la desertificación de Dubái mediante el despliegue de nanopartículas de arcilla natural líquida para convertir rápidamente la arena del desierto en suelos fértiles.
Esta tecnología consiste en rociar con una mezcla de agua y arcilla el suelo seco y dañado para cubrirlo con una capa de unos 50 centímetros de grosor.
“La gravedad atrae las diminutas partículas de arcilla hacia la tierra y se adhieren a cada grano de arena que encuentran. Luego forman una estructura que retiene el agua como una esponja. Esto, con el tiempo, convierte la arena degradada en suelo fértil”, explica Ole Kristian Sivertsen, director ejecutivo de Desert Control.
Con el líquido de nanopartículas se riega la tierra, pero también asegura que el suelo pueda retener el agua durante más tiempo, así como nutrientes. Como resultado, el terreno deficiente en minerales puede recibir una nueva oportunidad de vida.
Verduras en campo tratadas con arcilla natural líquida. Foto: Desert Control
Aun así, usar arcilla natural líquida para hacer crecer una gran cantidad de árboles en Dubái será una tarea importante. “Una sola palmera datilera puede absorber unos 250 litros por día”, dice Sivertsen.
Anne Verhoef, física de suelos de la Universidad de Reading en Reino Unido, manifiesta que, a pesar de que la arcilla natural líquida es, “en principio, una oportunidad que entusiasma”, aún existen dudas sobre su practicidad y viabilidad. Por ejemplo, el uso de agua salada podría afectar la salud del terreno a largo plazo y su aptitud para la agricultura, dice.
Por lo tanto, es muy relevante que la utilización de la arcilla natural líquida se extienda lentamente, dice Verhoef, y se lleven a cabo estudios durante años, para garantizar que no tenga efectos adversos en las tierras, el medioambiente en general y en las comunidades locales.
Si el tratamiento de arcilla natural líquida llegara a funcionar, dice Evans, no termina de abordar todos los desafíos para desarrollar la agricultura en ambientes desérticos, como el almacenamiento de alimentos producidos y el apoyo a la mano de obra necesaria para cosechar cultivos. “Las innovaciones tecnológicas en robótica, inteligencia artificial y sensores podrían ayudar a superar estas limitaciones”, añade.
Con una enorme riqueza de respaldo, un impulso de desarrollo para estar al frente del progreso y la necesidad de recuperar tierras cada vez más tomadas por la arena, Emiratos Árabes Unidos continúa buscando y gestionando alternativas contra la desertificación, que pueden convertirse en soluciones para sus vecinos y otras regiones del mundo que afrontan el mismo problema árido.