Sixto González y su familia en Venezuela añoran vivir en una casa. Aunque cuentan con un pequeño terreno, no habitan bajo un techo. Duermen en los restos de un bus esperando que el Gobierno les pueda dar una vivienda digna.
“Quisiera tener una casita normal como cualquier persona, con su cocina, su sala, que mi hijo tenga su cuarto”, anhela María Vargas, esposa de Sixto. Con respecto al lugar donde duermen, el hombre de 62 años indica que “no es habitable porque hace mucho calor y cuando llueve nos empapamos” declaró a AFP.
Esa es la descripción que da del armatoste de metal que contiene una cama, donde duerme el matrimonio, y que además contiene una hamaca, donde su hijo pasa la noche.
Los restos del vehículo que usan como habitación se encuentra al lado de la carretera que conecta el estado Portuguesa con Barinas, en el occidente del país. Los ingresos de esta familia son escasos. Sobreviven con lo que cultivan en un pequeño huerto y con la venta de huevos de gallinas que crían libres en el patio, además de cajas de alimentos subsidiados distribuidas en un programa estatal y pequeños bonos que suelen recibir una vez por mes.
Sumado a la situación económica, la burocracia es otro factor que ha impedido que el matrimonio González-Vargas tenga una vivienda digna. Hace seis años, se inscribieron en la Misión Vivienda, un programa creado en 2011 por Chávez mediante el cual, según su heredero, Nicolás Maduro, se han entregado más de 3 millones de casas a familias pobres. “Nunca nos dieron respuesta”, comentó la mujer de 37 años, mientras mostraba los documentos que certificaban la inscripción al programa social.
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Aunque suelen ver los reportes oficiales sobre la pandemia de COVID-19 en un viejo televisor, dicen que les inquieta más la diabetes que padece Sixto, pues no tienen medicinas para tratarla. Además, creen vivir lo suficientemente aislados para eludir al nuevo coronavirus.