En uno de los videos más populares de los últimos días vemos a Justin Trudeau, nuevo primer ministro de Canadá, explicar la cuota de género de su flamante gabinete, conformado por quince hombres e igual número de mujeres. «Porque estamos en el 2015», dijo el líder del partido liberal, de 43 años, quien ha convocado a inmigrantes, aborígenes, minorías religiosas y un parapléjico como parte de su equipo. Nuestros candidatos presidenciales deberían mirarse en el espejo de Trudeau, pues ha resucitado al partido liberal gracias a sus propuestas y su osadía. Ser hijo del fallecido ex primer ministro Pierre Trudeau —quien creó el concepto del Canadá bilingüe, multicultural y moderno, impulsando leyes avanzadas sobre divorcio, aborto y homosexualidad— le fue de gran ayuda, pero desde unos años atrás Justin ya venía apropiándose del escenario político con una irreverencia que muchos confundieron con escándalo. Hizo un «streaptease» como parte de una iniciativa benéfica; se subió al ring para derrotar en tres rounds al ex senador Patrick Brazeau (un evento que propició un excelente documental, «God Saves Justin Trudeau»); mostró en Twitter sus tatuajes; y besó en vivo a un conductor de televisión gay. Sin embargo, nunca dejó de aportar ideas, usando su figuración mediática para comunicar aspectos de su plan de gobierno. Hoy, después de vencer por lejos a los conservadores que llevaban diez años en el poder, el joven primer ministro —maestro de escuela y antes camarero e instructor de snowboard— habla de legalizar la marihuana, defender a las familias del mismo sexo, reformar la política migratoria, acoger a los refugiados, proteger a la clase media y detener el cambio climático. Aunque no seamos la progresista Canadá, en el Perú clamamos por liderazgos así, atrevidos, rupturistas, desafiantes, que le planten cara de una buena vez a esa casta marchita de pusilánimes que nunca salieron del siglo veinte.