El papá de Keiko ejecutó un golpe contra el Congreso de la República. Se bajó a un conjunto de señorones que no gozaban de simpatía popular, pero también se llevó de encuentro el orden constitucional, la institucionalidad, el estado de derecho, las libertades, la prensa y la democracia. De ese golpe, no estamos curados todavía. Y hoy, su hija, da uno a su medida: está ejecutando un golpe lento contra el Ejecutivo y la división de poderes. Lo que no ganó en las urnas, pretende ganarlo a la fuerza. Nos quiere de rodillas. El presidente, en su escueto discurso a la Nación, equivocó el sentido de fondo del mensaje que debía dar: Kuczynski debía declarar la guerra a la fuerza golpista; en cambio, se dedicó a ganar tiempo dando pasos hacia atrás, hacia lo más hondo del rincón político en que se ubicó desde que juramentó como presidente de todos los peruanos. El escenario, la audiencia y la coyuntura estaba toda servida para anunciar con firmeza que la democracia pelearía por su supervivencia hasta quemar el último cartucho. Necesitábamos una dosis de épica que nos hiciera despertar. No lo hizo. Sin embargo, se tiene que hacer. Es tiempo de defender la democracia contra aquella pulsión autoritaria de quienes ya se ven –una vez más– atropellándola. Es tiempo de defender la división de poderes contra el copamiento desvergonzado. Es tiempo de demandar transparencia, investigación, verdad y sanción contra la obstrucción, el revanchismo y el engaño. No es una pelea entre ellos, entre políticos. Ellos se están peleando lo que es nuestro. #TomaLaCalle. ❧