“Yo lo único que hago es cumplir con mi deber”, afirma Richard Concepción Carhuancho durante una de las muchas entrevistas que ha concedido en la última semana. El juez tarmeño de 45 años dispuso prisión preventiva contra cinco ex altos directivos de las empresas socias de Odebrecht en la construcción de la carretera Interoceánica. La misma por la que –según Jorge Barata– Alejandro Toledo pidió 20 millones de dólares. Le llovieron los aplausos. Antes ya había dictado similar medida para el ex presidente prófugo en Estados Unidos. También estuvo al frente de casos complejos como mediáticos: La Centralita, Peter Ferrari... Puso tras las rejas a OH y NH por los 3 millones que habrían recibido de la “caja dos” para financiar su campaña electoral. Y dio luz verde a los allanamientos en dos locales de Fuerza Popular. Mientras el presidente PPK entrega a cuentagotas información sobre sus vínculos laborales con Odebrecht (y se pierde la oportunidad), Carhuancho encabeza para la opinión pública la lucha contra la corrupción. Es a Lava Jato lo que Valentín Paniagua al régimen fujimontesinista... Puede que un poco más: camisetas con impresiones de su cara se venden como pan caliente y encabeza por largo las encuestas radiales para elegir al hombre del año en el Perú. En un país desencantado con la administración de justicia, no está mal que surja una figura como la suya, pero convertirlo en un rockstar podría ser peligroso para él y todos. La prisión “preventiva” no es una sentencia. La solicita un fiscal en base a indicios antes de presentar una acusación. Carhuancho lo sabe, pero en contraste con los fiscales que nos repiten que las investigaciones son reservadas, él encara a la platea afirmando que “no le teme a nada”. No caigamos en celebraciones anticipadas. Lava Jato tiene para rato. Necesitamos recuperar la serenidad. Nadie ha sido condenado aún, y Carhuancho no es el Hombre Araña.❧