Una científica peruana lidera un equipo que elabora una bebida para purificar sangre contaminada con metales pesados. En su laboratorio de Chorrillos analiza los mecanismos para ayudar a pobladores de Junín, Áncash y el Callao. , Desde hace dos años una científica elabora un remedio para una ciudad que visitó solo dos veces. El día que llegó a La Oroya, en Junín, la microbióloga Zully Puyén (35) vio niños, adultos, animales, pero no halló plantas. "Todo está quemado. El sistema vivo se está destruyendo", dice. La Oroya ocupa los primeros lugares de las peores condiciones ambientales del planeta. El 2011 quedó segunda en el ránking del aire más tóxico del mundo, el 2013 fue una de las diez ciudades con mayor polución y el 2007 la catalogaron como un lugar donde nadie debería vivir. En sus dos visitas, la especialista en seres vivos encontró poca vida y mucha contaminación. Ahora, desde un edificio en Chorrillos trabaja en una bebida que puede purificar la sangre de los pobladores de esa ciudad. Es la única en su tipo. La actividad minera en La Oroya hizo que el 97% de sus niños presente altos niveles de plomo en la sangre. Sus habitantes respiran y comen plomo, arsénico y mercurio. Los niños crecen con anemia y malformaciones. Para ellos trabajan Zully, el biólogo Ronnie Gavilán y el resto del equipo integrado por Iris Pompa y Leonela Anco. En el último piso del edificio F del Instituto Nacional de Salud de Chorrillos comienzan a investigar cuando la mayoría de trabajadores marca su salida. El 2014 empezaron con la búsqueda de microorganismos dentro del cuerpo de los afectados. Este proyecto, al que el Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico le otorgó 143 mil soles de financiamiento, promueve la creación de una bebida probiótica que limpia la sangre de metales pesados. Cuatro investigadores peruanos -dirigidos por Zully- elaboran un yogurt con bacterias (lactobacillus) que dentro del organismo se alojarán en los intestinos y sobrevivirán antes las altas concentraciones de los metales pesados. Deberán actuar como esponjas y absorber estos metales para seguir creciendo. Evitarán que el cuerpo los asimile. Zully decidió estudiar biología para emprender un negocio de yogures y jabones. Pero hace ocho años, ganó una beca en la Universidad Autónoma de Barcelona. En España, a más de nueve mil kilómetros de Lima, empezó a trabajar con los metales que luego analizaría en La Oroya. Allí estuvo solo dos veces, luego de que los 3.745 msnm no le dieran tregua. Allí solo permitiría que su hijo de tres años se quede unas horas. Hasta ese lugar espera llevar en tres meses buenas noticias y avisarles a los pobladores que la bebida probiótica cumple con el objetivo. "Me encantaría darle tranquilidad a los pobladores. Sería bueno decirle que se mejorarán las condiciones ambientales en la fundición (complejo minero), pero mientras eso ocurra, vivirán bien si consumen ese yogurt", afirma. Los estudios En las 140 muestras de niños y adultos de La Oroya estaría la solución al problema. En julio del año pasado, los pobladores que vivían más de cinco años en esta ciudad, cuya contaminación solo fue superada por la de Chérnobyl, se sacaron sangre y pasaron otras pruebas. Hubo desconfianza. Los microorganismos de La Oroya son distintos a los de Lima. Tienen genes que serían resistentes a los metales. Estos son los que busca el equipo de Zully y Ronnie, y que serán probados primero en ratones. Ya se acercan a la fase final. Setenta roedores serán los primeros en consumir los probióticos. Primero pasarán por un proceso de ambientación, luego tomarán agua con metales pesados y, finalmente, la bebida probiótica. Si dentro del organismo, estas bacterias capturan los metales pesados y evitan que lleguen a la sangre, los científicos habrán ganado. Hasta ahora, los metales solo pueden desecharse del cuerpo con químicos. Con este proyecto, Zully ganó por primera vez el financiamiento de Concytec siendo la investigadora principal. "Suerte de principiante", dice. Tiene a su cargo el laboratorio de referencia nacional de Tuberculosis y es investigadora del Centro Nacional de Salud Pública del Instituto Nacional de Salud. La bióloga chimbotana cuenta los días para tener un yogurt que pueda salvar vidas.