Largo proceso. El alto mando que en 1983 tuvo a su cargo la instalación militar ubicada en Huamanga está siendo procesado por 54 casos de torturas, secuestros y ejecuciones extrajudiciales cometidos hace 34 años. Víctimas y familiares exigen celeridad.,Sobrevivientes de Los Cabitos murieron esperando justicia,Sobrevivientes de Los Cabitos murieron esperando justicia,Evaristo Prado Ayala murió sin alcanzar justicia. Le tomó 20 años armarse de valor para denunciar las torturas que sufrió en el cuartel Los Cabitos en 1983. Primero declaró ante la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) y en marzo del 2004 dio su testimonio en la Fiscalía Especializada de Derechos Humanos de Ayacucho. Al año siguiente, falleció. "Su corazón no soportó más", dice a La República su hija Miriam. Era muy pequeña cuando su padre fue detenido, pero creció escuchándole contar una y otra vez que MIRA EL ESPECIAL: Especial 'Tortura y muerte en Los Cabitos' "Todo lo que quería era justicia", añade la joven. Cuando lo detuvieron, Evaristo tenía 27 años. Era profesor y director del colegio de Putacca, en el distrito de Vinchos. Su esposa, Rita Gutiérrez, recuerda que ese día era su cumpleaños. "Estaba un poquito mareado porque había tomado con sus colegas. Así lo han llevado, con dos profesores más. Uno salió y vino a avisarme", señala. “Fui a la comisaría y de allí me botaron, diciendo que no había ningún detenido”, agrega con lágrimas en los ojos. La verdad era otra. Evaristo detalló a la CVR que lo introdujeron al puesto de control, lo ataron, le vendaron los ojos y lo golpearon en el piso. En la noche lo llevaron a Los Cabitos. Contó que lo empujaron hasta un pozo grande donde había restos humanos y le dijeron: "esa es tu tumba". Lo que vino después es un relato de horror. "Me hacen ingresar a un pequeño cuarto, prenden un equipo a todo volumen, me desnudan, me amarran las manos hacia atrás y me cuelgan de una viga. El omóplato y el brazo siento que se me rompen, gritaba de dolor, pero seguían teniéndome colgado y golpeándome...", se lee en su declaración a la CVR. Relató que, además, "fue ahogado" en un pozo con agua sucia. Una noche escuchó a sus captores preguntar: "¿dónde los matamos?". Uno respondió: "en Huatatas". Poco después lo trasladaron en un vehículo con otros dos detenidos. "Sacándome la venda me botan diciéndome: 'desaparece en este instante, si no te disparo'... Comencé a correr, lanzándome al río Huatatas", expuso. Han transcurrido 34 años de ese terrible episodio, y su esposa no ha podido olvidarlo. "Llegó a la casa una madrugada después de varios días. Calato estaba, totalmente maltratado", refiere a este diario. Ferrol Prado, hijo de ambos, advierte que en algunos momentos Evaristo pudo ver a sus torturadores, y afirmaba que podría reconocerlos. "Una noche observó al general Clemente Noel, jefe político militar de Ayacucho", sostiene. Efectivamente, en el testimonio que la víctima dio a la CVR indicó que dicho alto oficial entró a la celda y dijo autoritariamente: "¿por qué no matan a ese profesor que es terrorista?". Su familia exige sanción para los que lo torturaron. Por ser dirigente El profesor Máximo Cárdenas Sulca también pudo sobrevivir a las torturas que le aplicaron en el cuartel Los Cabitos, a donde fue llevado tras haber sido detenido el 15 de diciembre de 1983 junto a tres de sus hijos. Murió el año 2001, pensando que jamás habría justicia, pues las denuncias presentadas fueron archivadas por la Fiscalía. A él lo detuvieron por ser maestro y dirigente del SUTEP; además, fue uno de los fundadores del Frente de Defensa del Pueblo de Ayacucho. A sus hijos los secuestraron por ser estudiantes universitarios. Su esposa, Luisa López Cárdenas, recuerda bien la madrugada en que los militares los sacaron de su casa. "Estaban encapuchados, entraron gritando lisuras. Primero sacaron a mi esposo. Lo tiraron al suelo, le dieron de patadas. Eran del Ejército. Vi su carro cuando abrieron la puerta", narra a La República. Esa misma noche se llevaron a sus hijos Víctor, Max Alfredo y Catalina. También los sacaron a golpes. Días después, los cuatro fueron liberados. Todos habían sido torturados. "Cuando se sacó ropa para cambiarse, vi que estaba mal debajo de su hombro, el codo también; y sus costillas, una sobre otra estaban. 'Ellos me han hecho lo que les ha dado la gana', me dijo", reseña doña Luisa, que ahora tiene 86 años. Don Máximo murió antes de haberse iniciado la investigación que derivó en el juicio a los altos mandos del cuartel del Ejército de Huamanga en 1983. Sus hijos sí lograron apersonarse al proceso. Catalina ha relatado a la CVR y durante el juicio las torturas que sufrieron para que se autoinculpen "Nos han ahogado en agua, nos recogían de la espalda, nos han colgado preguntando por nombres que ni conocemos. A mí no me pasaron electricidad", dice con cierto consuelo. Todo lo que espera ahora es que el caso se resuelva pronto. "Que los jueces se pongan en nuestro lugar, que piensen en todo lo que hemos sufrido", demanda. Larga espera Esa misma justicia han pedido por 34 años Angélica Mendoza y su esposo Estanislao Ascarza, desde que los militares se llevaron a su hijo Arquímedes, el 2 de julio de 1983. No pararon de tocar todas las puertas para que lo liberen, para saber dónde está, por qué se lo llevaron. "Mi Arquímedes era un buen chico, un joven estudiante. No tenían por qué quitármelo. Todo lo que pido es justicia. No quiero morirme antes", reclama "Mamá Angélica", reconocida por haber organizado a los familiares de los desaparecidos en Ayacucho. Muestra la foto de su hijo y la de su esposo, quien murió hace dos años sin alcanzar justicia. Tenía más de 90 años. Está en manos de los jueces que no le suceda lo mismo. Ver especial en la web 'Tortura y muerte en Los Cabitos'