Las espantosas muertes de Jovi Herrera Alania, Jorge Luis Huamán Villalobos y de las demás víctimas del pavoroso incendio que asoló la galería «Nicolini» nos obligan a reflexionar la clase de sociedad donde queremos vivir. ¿Una donde se atiendan las mínimas reglas de convivencia, respeto y humanidad? ¿O una donde se premie la picardía, la falta de escrúpulos, la prepotencia y la informalidad?Este caso es una acumulación de irregularidades que nunca debieron ocurrir. Ambos jóvenes se dedicaban a hacer falsificaciones, adulterando etiquetas de tubos fluorescentes de mala calidad, que luego empaquetaban en cajas de marcas conocidas. Los productos pirateados se vendían en las galerías y centros ferreteros de la zona.También está su centro de labores. Luego de que les cerraran un taller similar en el tercer piso de la galería, por no contar con las más elementales medidas de seguridad, los dueños reaccionaron burlándose de la autoridad de la manera más descarada: trasladaron su negocio a la azotea del mismo edificio. Para eso construyeron una colmena de veinte contenedores metálicos que sobresalía de los techos de la galería y podía ser vista desde la calle.Esta falta de escrúpulos atraviesa toda esta historia, pero se nota con mayor claridad cuando se revisan las condiciones en las que Herrera y Huamán eran empleados. Su horario comenzaba muy temprano y terminaba muy tarde, solo tenían una pausita de treinta minutos para almorzar, y trabajaban los siete días de la semana. Para que no robaran o los descubrieran los inspectores, eran aprisionados bajo llave en esos cubos de metal que se calcinaban en verano y se congelaban en invierno, en los que no tenían baño. A cambio, ganaban cerca de 25 soles diarios.¿Cómo enfrentar la situación de estos jóvenes, esclavos modernos de las minas ilegales, los prostíbulos o el trabajo doméstico? Los primeros debates parecen centrarse en la pertinencia o no de algunas reformas laborales (como la llamada «Ley Pulpín»), que podrían favorecer la incorporación de más personas a la formalidad. Hay incluso quienes dicen que si esta norma se hubiera aprobado en su momento, Jovi Herrera Alania y Jorge Luis Huamán Villalobos todavía estarían vivos.Permítanme discrepar, y no solo con esta conclusión, sino con todo el enfoque de esta discusión. La tragedia de la galería «Nicolini» no se produjo por un problema de leyes, sino porque estas nunca se aplicaron. Podemos exhibir las normas laborales más modernas y pertinentes, pero estas nunca servirán. No mientras tengamos un Estado sin dientes, cuyos contadísimos inspectores apenas se dan abasto para verificar y sancionar a algunas pocas empresas.Por último: ¿una buena norma laboral evitará que existan sujetos despreciables como los empleadores de los Jovi Herrera y Jorge Luis Huamán, que parecen dedicar sus miserables existencias a burlar la ley punto por punto, aprovechándose de las abundantes necesidades que existen, para obtener los máximos beneficios. Ellos que enfrenten las leyes penales, no las del trabajo.¿Cómo enfrentar la situación de estos jóvenes, esclavos modernos de las minas ilegales, los prostíbulos o trabajo doméstico?