A estas alturas, el temor por la culminación anticipada del gobierno se ha vuelto muy real. La campaña de Fuerza Popular, que con obstruccionismo y acoso pretende conquistar el poder que las urnas le negaron, ha contado con la sistemática complicidad del ejecutivo, con su andadura errática, su estremecedora falta de liderazgo y su repetido alarde de torpeza.Luego de las salidas de Jaime Saavedra y Martín Vizcarra, esta semana la oposición intensificó su ofensiva. Tan fortalecida se siente que, en lugar de acometer contra los ministros de uno en uno, ahora lo hace de dos en dos. Este dato, que ya es bastante revelador, tiene un agravante: Economía e Interior son las dos carteras más importantes del gabinete.En medio del fuego graneado que sufrió Alfredo Thorne antes de que el Congreso le negara la confianza y lo obligara a renunciar, pude conversar con un alto funcionario del MEF. «Nosotros nos vamos a defender, sin importar lo que haga el gobierno», me dijo. Sus palabras transmiten la mezcla de orfandad y falta de sintonía que el ministro y su entorno debieron sentir en la semana y media que duró su ordalía ante el Congreso. Recordemos que en medio de la sesión interpelatoria, cuando Thorne intentaba defender su permanencia, hasta el Pleno llegaron estas palabras especialmente desafortunadas de Pedro Pablo Kuczynski: «Ya tenemos plan de reemplazo en caso de que lo peor ocurra».Aunque luego intentó retroceder, estas declaraciones gratuitas e irresponsables volvieron a socavar la imagen del Presidente, bastante mermada a estas alturas. Por eso rebasa mi capacidad de entendimiento que, en medio de la tempestad ocasionada por la salida de Thorne y la interpelación a Carlos Basombrío, Kuczynski no hubiera tenido mejor idea que abrirse un nuevo frente, reviviendo por cuarta o quinta vez la discusión sobre el indulto a Alberto Fujimori, sin que nadie se lo pidiera.A estas alturas, ninguna concesión logrará apaciguar al fujimorismo. Más bien le confirma que está en el camino correcto, que no puede aflojar, que debe insistir en su estrategia de presión. Como si el rechazo del sector de la población que respalda a Keiko Fujimori no fuera suficiente, con sus permanentes idas y venidas PPK ha socavado la base de votantes que lo llevó a la presidencia.A estas alturas —junio de 2012—, Ollanta Humala mantenía un 49% de aprobación ciudadana. Todos sabemos cómo acabó ese gobierno débil, cercado por la prensa y la oposición, sin iniciativa, con sus protagonistas aislados en Palacio de Gobierno. Según las últimas encuestas, a Kuczynski solo lo aprueba el 39% de la población.Así que las preguntas caen por su propio peso. ¿Quiere acabar su mandato PPK? ¿Comprende la magnitud de sus problemas? ¿Tiene alguien que lo ayude a verlos? ¿Alguien que administre sus apariciones públicas y le sirva de filtro? ¿Alguien que no piense como economista, sino como político? ¿Alguien que se plantee unas metas y sepa diseñar una estrategia a mediano plazo para obtenerlas? ¿Alguien que imponga un poco de cordura en estos momentos críticos?