Como mortificación por mis pecados escuché, casi en su integridad, la sesión del pleno del Congreso de la República en la mañana del último viernes. Creo que deberían darnos una indulgencia plenaria. Oír la reiteración de los mismos argumentos primarios y encima, mal dichos, es un tormento. Salvo contadas excepciones, nada de lo que ahí se diga vale el tiempo que se dedica a escucharlo. Pensaba en los congresistas que tienen que pasar por este diario castigo de oírse los unos a los otros y les tuve compasión. La mayoría parlamentaria se reunía con extraña urgencia para escuchar la explicación del ministro Thorne sobre sus dichos en una conversación con el contralor que fue chuponeada en su oficina. Lo explicó todo en 10 minutos. De buena fe, no se necesita más. Para quien ha escuchado y leído la transcripción de esa conversación está claro que no hay delito alguno. Ni siquiera incumplimiento de la ley. Sin embargo, la mayoritaria oposición parlamentaria cree lo contrario y ese es su derecho. Una y otra vez usaban la palabra “grave” o “gravísimo” para referirse a la conducta del ministro de Economía. En resumen, le imputan una gestión de intereses directa, a favor de la empresa concesionaria Kuntur Wasi, con una coacción al contralor, condicionando la aprobación de un presupuesto a un informe favorable al contrato para el aeropuerto de Chinchero. Hay dos asuntos para considerar entonces. El primero, suponiendo que los 130 congresistas han leído la transcripción o han escuchado el audio (cosa que dudo luego de oírlos) podrían señalar como un rayo el artículo del Código Penal que aplica al ministro por hechos tan graves. Si la conducta es tal como la indican los opositores al gobierno, efectivamente existiría un delito. Pero ni uno solo lo señaló. Ni uno. ¿Por qué? Porque el texto tiene una lectura exactamente inversa y los que sí lo han leído, lo saben. Además, el ministro no aprueba presupuestos adicionales. Lo hace el Congreso. ¿Acaso no saben eso? Lo segundo es más sorprendente. Mientras escuchaba disparates, el ataque al ministro Thorne era claro, prístino, sin lugar a dudas. Es decir, el fujimorismo, el Apra, Acción Popular y Frente Amplio coincidían en la horrorosa, espantosa, repugnante conducta de Thorne. Si es así, si es insoportable para la moralidad pública su presencia, ¿no merece acaso un castigo inmediato? Y si tan fiscalizadores son, si lo único que importa es fiscalizar en interés del pueblo –como repitieron hasta el vómito– ¿por qué no aplicaron la sanción constitucional? Si tanto insisten en sus obligaciones constitucionales, ¿Por qué no censuraron? Yo esperaba, esperaba y esperaba el anuncio de la presentación de la moción. Nunca llegó. La conferencia de prensa del fujimorismo y anexos coronaba el disparate. Este ministro, malo, malo, malo tenía que renunciar por sí mismo. Le iban a dar unos días de ventajita para que se suicide solito de puro buena gentes porque “venía el día del Padre”. No es broma, lo dijo Mauricio Mulder. ¿Y por qué va a renunciar? El ministro no ha hecho nada incorrecto y el presidente lo respalda. Y los que dicen que hizo algo incorrecto, pudiendo hacerlo ¿no lo sancionan? ¿Qué pasó realmente? ¿Le dio ataque de pánico al fujimorismo? ¿La caída de Saavedra les costó demasiados puntos de popularidad? ¿No pueden censurar a Thorne y luego a Basombrío? ¿Se va a notar mucho la sangre en el ojo? ¿Están guardándose para el segundo? Muchas preguntas aún sin respuesta. La censura de Saavedra fue un puñal que el fujimorismo y allegados metió al régimen, y de paso a nuestra educación, pero el puñal terminó apuntando al victimario. Todo el Perú sabe que Saavedra es hoy el más alto funcionario para educación del Banco Mundial. Lo perdimos para servir al país por la culpa de ellos, con la excusa malévola de unas computadoras de las que nadie se acuerda. La exhibición de maldad del viernes pasado era idéntica, pero tenía una diferencia. No querían llegar al mismo final. Como el palomilla de ventana que vocifera desde la altura a todo el barrio pero jamás llega a materializar sus amenazas. El viernes, la mayoría fujimorista, fue eso. Pura boca. ¿Ya no van a censurar a nadie más? ¿Ese es del gesto? Si es así, buena noticia para el gobierno. Para poner a prueba esta novedad el ministro Thorne no debe renunciar. Vizcarra tuvo que hacerlo para preservar la vice presidencia. Thorne no tiene ese problema. Si se va a ir, mejor pulsear hasta dónde llega el obstruccionismo fujimorista, para dejarlos en evidencia. Pero el examen real será el miércoles 21 con el ministro Basombrío. Si terminada la interpelación, y pese a todos los insultos que recibirá de todos modos, no hay moción de censura, el gobierno podrá respirar tranquilo por un tiempo. Si se presenta la censura a Basombrío, el presidente Kuczynski esta vez sí hará cuestión de confianza. Muy tarde, pero la hará. Y ahí veremos. La conferencia de prensa del fujimorismo y anexos coronaba el disparate. Este Ministro, malo, malo, malo tenía que renunciar por sí mismo. Le iban a dar unos días de ventajita para que se suicide...