Expresiones misóginas y acoso político.,En el marco de la áspera discusión interna del Frente Amplio, el legislador Humberto Morales, al referirse a su colega de bancada Marisa Glave, ha dicho: “A mí me enseñó una cosa mi madre, las mujeres después de ser chismosas, son mentirosas”. Luego de las duras reacciones en su bancada y fuera de ella ha ensayado una tibia disculpa, general, sin particularizar en la agredida. La frase en sí es vergonzosamente misógina y machista, sea quien fuese el autor. Es aún más reprobable el contexto en que fue pronunciada: 1) que quien lo afirme sea un legislador, elegido para representar con dignidad un encargo ciudadano de alta responsabilidad que obliga a la ponderación; 2) que sea dirigida a una integrante de su propia bancada, que se supone es el primer núcleo de confianza en la estructura del Congreso; y 3) que la pronuncie un congresista que pertenece a un grupo parlamentario que se define como progresista o de izquierda, defensor de los DDHH. La frase revela varias dimensiones de un pensamiento retrógrado que estigmatiza a las mujeres por el simple hecho de serlo, definiéndolas como chismosas desde una cultura machista, es decir, personas proclives a la intriga, la maledicencia, la divulgación de secretos y la propagación de rumores generalmente falsos. Asimismo, asociar a las mujeres a la mentira es igualmente propio de la tradición patriarcal que señala que no son confiables solo por ser mujeres, y que en cada una de ellas se esconden la falta de lealtad y la traición. Ambos argumentos han sido usados para privar a las mujeres del acceso a derechos. Expresiones de esa naturaleza pronunciadas por congresistas en otros países han tenido como rápidas consecuencias duras sanciones. En nuestro caso, deberían tenerlas considerando la desigual batalla que se libra precisamente contra la estigmatización de las mujeres y la reducción de sus roles, prácticas ubicadas en la base de crímenes repudiables. No es broma que una parte de los delitos de feminicidio que se perpetran en el país tienen como argumento la traición. Lo de Morales es también un típico caso de acoso político. Lamentablemente, el jefe de la bancada del Frente Amplio, Marco Arana, ha expresado tímidas críticas al agresor y ha evitado solidarizarse con la agredida como lo han hecho incluso legisladores de otras bancadas. En cambio, ha ensayado una defensa de Morales aduciendo que para superar la cultura machista que heredamos unos avanzan más que otros. Demás está decir que este episodio es uno más que afecta al Frente Amplio y lesiona seriamente su legitimidad y coherencia como grupo que defiende derechos y libertades. Debe recordarse que hace 10 meses, este partido fue uno de los impulsores de la multitudinaria manifestación denominada “Ni una menos” y que actualmente dirige la Comisión de la Mujer. A poco menos de un año del inicio del actual período parlamentario se puede esperar muy poco de un colectivo que carece de madurez para procesar sus diferencias internas y que no es capaz de salir al frente y sancionar expresiones vejatorias contra las mujeres.