La proscripción de Qatar por parte de un conjunto de países árabes (seis hasta el momento) no es inesperada, puesto que sus diferencias con Arabia Saudita, que junto con Egipto ha liderado la movida, vienen de atrás. Pero el momento y los argumentos se prestan a numerosas interpretaciones, al menos en esta primera hora. Lo de más impacto, y que ha parado las orejas de occidente, es que Qatar haya sido separado por “apoyo a actividades terroristas armadas”. Una idea optimista es que la acusación incluya un nuevo nivel de decisión árabe frente a los atentados del fundamentalismo islámico en Europa. Un ordenamiento de la casa musulmana largo tiempo esperado. Aunque casi no hay gobierno de la zona del golfo que no haya sido acusado en algún momento de simpatías o apoyo activo a alguna organización terrorista. Pues la combinación de religión con geopolítica siempre va a producir extrañas sociedades. Sin embargo hay otras acusaciones, entre las que destaca una simpatía de Qatar por Irán, el mayor enemigo de Arabia Saudita en la región, por múltiples razones. La principal es la tirria religiosa entre sunitas y chiitas, lo cual da a la expulsión un sesgo diferente, y por cierto, mucho más local. No puede obviarse que Qatar ha sido un centro de puesta al día de la vida islámica, en contraste con el rígido conservadurismo de Arabia Saudita. Allí se ha fundado Al Jazeera, el principal canal de TV del mundo árabe, y el único independiente, con contenidos de modernidad poco imaginable en otras partes de la península. Otra interpretación es que la expulsión de Qatar se da a dos semanas del paso de Donald Trump por Ryad, donde se transó una gigantesca venta de armamento a la familia real. Con las armas, el principal aliado de los EEUU en la zona habría recibido una nueva tarea en los terrenos del terrorismo y la contención de Irán. Sin embargo, Washington no ha seguido a Ryad en su decisión, y más bien ha declarado su disposición a mediar en el conflicto, señal de que no piensa afectar sus propias buenas relaciones con Qatar. En sintonía con eso, el influyente diario Haaretz, de Tel Aviv, plantea que la coalición sunita es una ilusión, sin mucha perspectiva.