Empezó junio y Odebrecht es al mismo tiempo palabra de esperanza y de vergüenza. De esperanza porque permitirá criminalizar la inmoralidad de los políticos. Por lo menos una parte de ella. Y no de cualquier político, sino de ex presidentes y candidata. También hay que decir con alivio pero con pena, que Lava Jato es una esperanza importada, justicia de importación con la que difícilmente hubiéramos podido soñar en el Perú de hoy, donde los poderes de impartición de justicia están llenos de sirvientes de otros poderes sin la menor estima propia o nacional. El caso Lava Jato, activado por Brasil, nos da la esperanza de poner tras barrotes de hierro a quienes hace rato son percibidos como ladrones del país y burladores profesionales. Odebrecht dio la orden de aportar millones a las campañas de todos los candidatos presidenciables como coartada para ilegales privilegios futuros. Donación sucia para negocios sucios.Toledo fue pieza clave para la transición democrática tras la letrina fujimorista. Encarnó bien su papel de líder hasta que descubrimos todos que, además de demócrata era un gran mentiroso. Penoso. Humala, pobre él, tan huérfano de poder y de ideas, se vendió a la derecha que siempre lo trató como peón, hasta hoy. Keiko no llegó a la presidencia pero tiene con su bancada Mototaxi el segundo mayor poder. Y los millones de su campaña que no puede justificar, la tienen inmersa en un proceso por lavado de dinero. Pero de ella no sorprende. La corrupción propia o la tolerancia con la del grupo, es requisito para pertenecer a esa ‘banda’, como la llama Hildebrandt. Y García, bueno, todos sabemos quién y cuánto es García, pese a todos sus esfuerzos por ocultar su sinuosa humanidad. Y aun si el maestro del engaño hubiera cubierto –una vez más– muy bien las huellas del dinero errante; si negoció con Barata; si instruyó a Lourdes Carreño (ex asesora de narcoindultos que representa a Odebrecht Perú ante la Fiscalía y le dice a quién acusar); si una vez más impide al Perú tener la satisfacción de verlo pagar por fin por sus delitos, su pase a la historia ya está signado. La gente lo recordará sobre todo por tantas denuncias de cómo robó, engañó, mandó masacrar, liberó delincuentes, y hundió al país tantas veces en la miseria material y moral. Da satisfacción saber que se castigará a quienes delinquieron subordinando los intereses del país al propio. Pero también da asco y desalienta pensar que tanta porquería se esconde tras los máximos poderes. Y esta es solo la porquería que conocemos de una empresa, y solo la porquería de la que esa empresa quiere hablar. Cómo sería conocer los procesos de cada contrato con cada empresa en el Perú. Conocer cómo se entrelazan las redes cloacales de intereses de corruptos profesionales de la política y corruptos profesionales de la empresa. ¿Alguien vio una conferencia de Confiep, SNI, CCL denunciando la corrupción asociada a Odebrecht? ¿Algún gran empresario detenido? Como peruanos es deprimente ver al país, las leyes, la justicia y la prensa en manos de mercenarios dispuestos a despreciar el bien común con tal de seguir acumulando dinero y poder; mercenarios bien vestidos y maquillados, entrenados en las apariencias, en la perversión de las leyes y del derecho para cometer sus delitos y blanquearlos. Y esa gente, que se cree alguien por lo que tiene, jamás se enterará sino hasta su día final que no fueron nadie. Que en la historia del mundo trascendental son solo parte del cuerpo corrupto de humanos que arruinó el sistema, arruinó la democracia y arruinó la especie. Son fallidos. Acomplejados si no tienen poder. Veneradores libidinosos del dinero.Del griego kakos (malo), la Kakistocracia es el gobierno de los peores. Lava Jato y Odebrecht nos devuelven algo de esperanza, pero pesa más la vergüenza de ver los espacios políticos tomados por la peor gente, los menos calificados, los más miserables, los de peor estirpe. Malvenidos a la Kakistocracia. Pobre Perú.