Un buen artículo de Gustavo Gorriti en Caretas vuelve a hacer hincapié en la política de las delaciones premiadas brasileñas, que con variantes corresponde a nuestra colaboración eficaz. En ella el acusador obtiene notables ventajas frente a su propio delito, que hasta pueden incluir la libertad. Gorriti es consciente de la injusticia esencial del mecanismo, pero a la vez reconoce su eficacia como instrumento contra la corrupción. Así, la impunidad en diversos grados vendría a ser un útil mal menor en la lucha de fiscales y jueces por llegar a la verdad. Siempre y cuando las delaciones se sustenten con pruebas. El tema cobra todo su alcance en el caso la empresa Odebrecht, que está vinculando sus delaciones no solo con beneficios personales, sino además con formas de impunidad para sus sucursales en varios países donde repartió sus coimas. Esta forma de quid pro quo, o do ut des, ya está operando en muchos lugares. La versión escuchada, pero no grabada, de Marcelo Odebrecht sobre donativos de campaña para Keiko Fujimori y los apristas podría enmarcarse en el mecanismo. La sensación es que el propietario podría decir, y grabar, mucho más si el Perú le garantiza condiciones favorables para la operación de sus empresas en el país. Pero hasta ahora el clima político peruano no se ha prestado a un acuerdo como el sospechado. Quizás porque hay ex presidentes y mayorías parlamentarias en juego, y los márgenes políticos del sistema judicial son limitados. Además está la posibilidad de que afloren donativos más incómodos que los conocidos o mencionados. Las ventajas de la colaboración eficaz son un peligro en sí mismas. Quienes se acogen son susceptibles de estirar sus acusaciones más allá de la verdad a cambio de un mejor trato judicial. Un riesgo útil en lo inmediato, pero complicado a la hora que no aparezcan las pruebas de la delación misma. Para algunos de los acusados la injusticia puede ser palmaria, puesto que se verán obligados a demostrar su inocencia en un activo contexto de prisiones preventivas y linchamientos mediáticos. No serán todos los casos, pero los que se den serán suficientes para preocupar a la institucionalidad del país. ¿Cuánto vale la pena el canje entre información y leniencia?