En un país marcado por la polarización, Alejandro Toledo ha logrado lo que parecía imposible. El hombre que encabezó las protestas contra la dictadura de Fujimori y Montesinos, que ganó la presidencia de un país harto de la corrupción y el asfixiante autoritarismo, y representó una promesa de renovación que terminó defraudando, produce consenso. La absoluta mayoría de peruanos estamos de acuerdo en que es un cadáver político, que las acusaciones por corrupción en su contra son gravísimas y veraces, y que atrincherarse en los Estados Unidos para evitar a la justicia no es sino una prueba más de su comprobada pequeñez.Toledo se ha ganado a pulso este rechazo, que su presentación de este martes en Nueva York, para participar de un evento académico organizado por la Misión Permanente de Surinam ante las Naciones Unidas y la World Development Foundation, ha enervado todavía más. «Espero que esta persona deje de burlarse pronto de la justicia peruana», dijo el ministro del Interior, Carlos Basombrío. Sus palabras podrían ser firmadas por cualquiera, sin importar el lugar que ocupa en el espectro político.No contento con esta reaparición, Toledo emprendió un roadshow relámpago, con entrevistas para algunos de los principales medios internacionales, como la cadena CNN o la agencia de noticias EFE. Ahí repitió un discurso torpe, evasivo e inconsistente, donde intentó defender su decisión de permanecer fuera del Perú y quiso venderse como un perseguido político.Algunas de sus frases fueron: «Señor Barata, sus fechas no coinciden. Usted está devaluado como testigo eficaz en las cortes internacionales. Mal. Vas a pagar muy caro». «[Cómo quieren que vaya] si no me comunican y no tengo impedimento de salida, y no me comunican de esto a mí o a mis abogados. [Cómo dictan] una prisión preventiva sin escucharme. ¿Dónde está el estado de derecho? […] No voy a entrar a la cárcel sin que escuchen cuál es mi versión». «Si me dicen que tengo libertad para entrar y salir, y que cuando me necesiten me citan y yo regreso, no tengo ningún problema [de regresar]». «El Perú necesita que la justicia no sea manejada ni politizada. Reclamo eso no solo para mí pero para todos los peruanos».Seguro que este libreto será el que Alejandro Toledo repetirá en adelante, apelando a uno de sus recursos más socorridos: la victimización. Quizá en el Perú, donde conocemos hasta el aburrimiento su libreto, no logre convencer a nadie, y más bien aumente su descrédito (si eso es posible). Pero Toledo le habla a la audiencia internacional, con la esperanza de pescar algunos incautos, como los miembros de la Misión Permanente de Surinam ante las Naciones Unidas que lo convocaron a su disertación en Nueva York. Responderle sería un error, mejor dejar que se enrede en sus propias mentiras, como le ocurrió acá.