Al darle una abultada mayoría, la cifra repartidora condenó a Fuerza Popular a un papel de cuco en la política. Comenzó al día siguiente de las elecciones, cuando Keiko Fujimori amenazó con llevar adelante un gobierno paralelo, que iba a consistir en realizar el plan de gobierno de FP desde el Congreso. Luego hubo un retroceso, con la declaración de que no era intención de FP bloquear el trabajo del Ejecutivo. Esto efectivamente se ha traducido en algunas importantes votaciones colaborativas, que fueron leídas como una estrategia protectora de su prestigio democrático de cara al futuro electoral. Pero después el cuco volvió, recargado, en la forma de una censura ministerial sin argumentos válidos, demostración de fuerza que solo produjo una nueva ministra. El mensaje estaba dado: FP sí está dispuesto a bloquear, confrontando al Ejecutivo en un juego de ganador-perdedor de imprevisibles alcances. Con ello en los corrillos de rumores político-mediáticos, los alcances llegaron hasta la posibilidad de vacar al Presidente de la República. La posibilidad es oficialmente negada, pero siempre hay un piquichón con instrucciones de mantener el mito vivo. Extrañamente PPK no se ha debilitado mientras que Keiko Fujimori sí. Luego está el cuco legislativo, en la forma de pequeñas argollas legislativas, sobre todo de extrema-derecha, que usan la plataforma FP para fletar proyectos amenazantes contra los más variados sectores. Prensa o LGBT son dos que vienen rápido a la mente. Aquí el mensaje es de exploración depredadora de los límites del consenso liberal en el país. Parte importante en el cucocentrismo de FP nace de la necesidad de apuntalar una menguante imagen de fuerza de la ex candidata, mantener una cohesión interna de dudoso pronóstico, darle tarea política al entorno más cercano, y mantener tranquilas a las otras bancadas. Sin esos problemas las cosas hubieran sido diferentes, como se vio en algunos momentos. La sensación, pues, es que es el tamaño de la bancada y de los problemas internos lo que está manejando la política de FP, y no al revés. Así, la idea sería que no es preciso pensar estrategias positivas, sino que basta con trabajar al susto a las instituciones. De tanto asustar, van a llegar al 2021 con el rostro demacrado de un fantasma.