Michel Temer es quien organizó la caída de Dilma Rousseff, un acto de felonía que le ganó reemplazarla en la presidencia del Brasil. A pesar de que Rousseff no estaba complicada en la corrupción sino en una falta fiscal, la corrupción fue el contexto para retirarla, y de paso retirar al PT, del poder. El objetivo, luego se supo, fue proteger a los que sí estaban complicados. Ahora Temer patalea al filo del desahucio político, grita complot y se reúne con militares amigos para ver cómo se atornilla al cargo que en cierto modo usurpó. Así, el escenario brasileño ha dado una vuelta en 360°, con muchos moralizadores de la primera hora detenidos, y otros tantos acusados por la justicia de su país. En el caso de Temer y sus asociados en la operación la falta es doble, pues están los casos específicos de coima, encubrimiento y conspiración, a lo cual se debe añadir el haber desarticulado el sistema político brasileño y de paso haber desflecado la economía. Esto está revelando complejidades más allá de la comprensión. En principio la caída de Temer permitiría al Congreso elegir un nuevo presidente. Sin embargo una reforma constitucional del 2015 permitiría al Congreso también convocar a elecciones directas para la presidencia (50% quiere esto). En los hechos un adelanto de elecciones, para las cuales Lula es desde hace largos meses el puntero. Aunque esa nueva presidencia sería un presente griego. La vorágine de delaciones continuaría, afectando prácticamente a todo el mundo. Digamos que desde el punto de vista institucional el daño está hecho: los gobernantes legítimos fueron sacados, muchos culpables delatores pasaron a la virtual impunidad, el prestigio del gremio político está por los suelos. Temer lo está negando todo, pero las evidencias se están acumulando, su aprobación anda por los suelos, y el movimiento que reclama su renuncia está cada vez más fuerte. Todo lo cual demuestra que la calma y la recuperación que parecían haber comenzado, y que Temer exhibía como su mérito, no eran sino el prolegómeno de nuevas tormentas. ¿Tiene Lula un plan para salir de las varias crisis simultáneas que paralizan al Brasil y que han tocado a todos los sectores políticos, PT incluido? Todavía no lo ha mostrado, pero sin duda es lo que sus electores esperan de él.