Se dice que la reforma electoral en curso en el Perú debe apuntar a mejorar la calidad democrática. Sin embargo, si se tiene en cuenta las propuestas en mesa y el recuerdo del enrarecido ambiente del último proceso electoral nacional, este propósito corre el riesgo de quedarse en lo meramente declarativo.En un sentido amplio, tenemos la oportunidad de pelear por una reforma que responda a la complejidad de demandas sin representación en la sociedad peruana y resuelva la insuficiencia de los partidos surgidos de la transición democrática post-2000. El reto de fondo reside en generar las condiciones para que emerjan nuevos actores políticos y se integren al juego democrático la diversidad de intereses que permanecen marginados del tablero. Y esto no se va a lograr con mecanismos que tienden a la restricción, como mantener el número de firmas requeridas para lograr la inscripción de un partido o que la participación en las siguientes elecciones esté reservada a los partidos con tres años de antigüedad.Respecto de la inscripción, la fórmula de subir la valla ha mostrado su insuficiencia para mejorar la calidad de la representación. En estos años hemos estado frente a un falso dilema según el cual menos firmas requeridas equivaldría a abrirle la puerta a políticos oportunistas “que no representan a nadie”, mientras que más firmas requeridas no es otra cosa que abrir la puerta a políticos “hipotecados” a los intereses de quienes les facilitan los (enormes) recursos para recogerlas o, en el mejor de los casos, políticos atrapados por la necesidad de realizar alianzas apenas sostenidas por la necesidad de supervivencia, antes que por coincidencias programáticas o políticas. Por lo demás, si pasamos por el rasero de las firmas a las fuerzas que desde el Congreso ahora mismo proponen mantener la valla del 4%, habiéndose inscrito con 1%, cabe recordarles entonces que les falta 3% para ser representantes valederos del sistema político que han imaginado. En el Nuevo Perú consideramos que si el horizonte es la calidad de la democracia, mantener la valla no funcionará sino como obstáculo a la participación política. Por supuesto, una eventual reducción en este requisito debe tener como contrapartida mecanismos que ayuden a verificar la capacidad de movilización real de los partidos políticos (como la exigencia de elecciones internas organizadas por ONPE) o la suscripción a principios de igualdad, como son la alternancia y la paridad de género como vías para ampliar la representación.Nos preocupa que la reforma en curso cierre el sistema y consagre una suerte de “bloqueo” democrático. En el Perú se requieren partidos con vida orgánica sostenida más allá de las elecciones, que expresen nuevos liderazgos. Los niveles de aprobación de Verónika Mendoza y Julio Guzmán dan cuenta de ello.(*) Congresista por el FA