Tendremos que acostumbrarnos a que la situación carcelaria de Alberto Fujimori siga en el meollo de la discusión pública de nuestro país. Viene ocurriendo desde hace tiempo, pero el paso de los años la ha agravado, como venimos viendo este último mes. Pasada la crisis por el «Niño Costero», el debate sobre la conveniencia de la liberación de Fujimori acaparó las portadas de la prensa, monopolizó las tertulias y encendió las redes sociales.Esta vez no ha sido un debate pasajero, como ocurrió las veces que se negó el indulto. Algunos operadores del fujimorismo, sus aliados y la propia torpeza del gobierno han sabido mantenerlo presente, y no parece que la situación vaya a mejores. Como es natural, la salud de Fujimori —que este jueves volvió a ser internado—, seguirá empeorando con la edad y con ella se agravará la polarización.Lo más novedoso es que este ya no ocurre solo entre los seguidores de Fuerza Popular y sus detractores. Ha permeado la piel del fujimorismo, dejando a la vista sus grietas y revelando graves divisiones intestinas. Queriendo aquietar las voces disidentes, Keiko Fujimori ha anunciado que presentará un recurso judicial al que ha llamado «el Hábeas Corpus de la libertad», que ella misma firmará, abriendo un nuevo camino para la libertad de su padre.Esta puede ser una respuesta imaginativa frente a su partido y la opinión pública, pero jurídicamente es ridícula. El hábeas corpus persigue evitar las detenciones arbitrarias, y debe respaldarse en algún vicio de fondo o de forma en la condena de Fujimori. Esto no va a ocurrir, como no ha ocurrido todas las veces que la defensa del expresidente presentó medidas similares, porque el juicio fue público y contó con todas las garantías del debido proceso, con un tribunal colegiado de tres integrantes, cuya decisión fue ratificada por una instancia superior.El anuncio más bien confirma algo que hace tiempo se percibe: que Keiko Fujimori prefiere que su padre permanezca preso. Porque la victimización de Alberto Fujimori —el hombre que salvó al país del terrorismo y la hiperinflación, y ahora es víctima de una venganza política, en el imaginario fujimorista— es uno de sus mayores capitales. Y porque, al momento que pise la calle, su liderazgo quedará en entredicho. Por eso el fujimorismo no apoyó la iniciativa legislativa que hubiera permitido la excarcelación de su fundador, al plantear que los presos mayores de 75 años y con enfermedades graves cumplieran sus penas en casa.Uno de los pretextos de Keiko Fujimori fue el compromiso que firmó en campaña, que dice: «No utilizaré el poder político para beneficiar a ningún miembro de mi familia». Pero ¿esto se ha cumplido? ¿Ha dejado el fujimorismo de usar toda su fuerza política las veces que se barajado el indulto a Alberto Fujimori? ¿Acaso el nuevo gran argumento —liberar a Fujimori para reconciliar al país y garantizar la gobernabilidad—, no es exclusivamente político? ¿Por qué entonces no debatirlo en el Parlamento, que es el foro político por excelencia?