El melancólico papelón de la censura a Jaime Saavedra sigue pesando como argumento contra las interpelaciones arbitrarias. Hoy Saavedra es el director del Banco Mundial para la educación en el mundo. Marilú Martens, su sucesora en el ministerio, mantiene en lo sustantivo la línea que recibió y desarrolló Saavedra en dos gobiernos. Los temas que definen interpelaciones y censuras no están en el derecho del Congreso a realizarlos, sino en la calidad de los argumentos. Del puñado de casos del siglo XX algunos se justificaban, mientras que otros han pasado directamente a la pequeña anécdota política. Como el titular de Agricultura censurado por no saber a cuánto el kilo de pallar en Ica. Fuerza Popular censuró a Saavedra para demostrar su fuerza numérica, y por lo menos eso lo logró. Pero el argumento utilizado, vinculado a una compra de computadoras, demostró ser igualmente aplicable a la presidenta del Congreso. Los golpes de pecho opositores perdieron todo sentido apenas dejaron de sonar, como si la mayoría se avergonzara de lo que había hecho. El Ejecutivo en un primer momento se asustó, al grado de considerar el gambito frontal de una cuestión de confianza. Pero luego entendió que lo mejor era dejarle a FP el monopolio de la pataleta, y concentrarse en los argumentos de defensa de su ministro. Eso fue en diciembre del año pasado. Ahora podría estar de vuelta un escenario parecido. La lógica política de la censura es mostrar poder. Pero la lógica administrativa es más complicada. Cuando el ministro es probadamente malo o ha cometido algo inaceptable, el Ejecutivo mismo lo retira a toda velocidad, precisamente para evitarse choques en el Congreso. Lo cual le deja a FP los ministros con un trabajo de calidad. Ayer Saavedra, hoy Carlos Basombrío. Si el ministro funciona, derribarlo puede conducir a dos desenlaces: un mejor ministro o un peor ministro. Lo primero le roba el fuego a la censura, como de hecho sucedió con Saavedra. Lo segundo carga parte de la responsabilidad a la cuenta de los censuradores. En esto la interpelación es mucho mejor negocio político que la censura. Si Basombrío llega a ser censurado, sería la primera victoria política de gran magnitud que logra el Movadef. Por su parte las bandas de delincuentes comunes no derramarán una lágrima.