¿Por qué Alan García u Ollanta Humala no excarcelaron a Alberto Fujimori? La teoría siempre fue que con más libertad de movimiento Fujimori podría llevar a su partido de vuelta a la presidencia. Pero aun con su principal figura presa la magia del apellido puso dos veces al fujimorismo al borde de la presidencia. La otra cuestión política fue que el excarcelador de Fujimori se cerraría las puertas del electorado antifujimorista. Además García descubrió que los fujimoristas libres estaban perfectamente dispuestos a hacer alianza parlamentaria con él mientras Fujimori cumplía su condena. A García le dio una mayoría, a la hija Keiko le dio un partido casi propio. Luego estaban las cuestiones de principio. Fujimori preso representaba, y aun lo hace, la sanción al golpe de 1992 y a la gran corrupción de los años 90 en todas sus formas. Pero ese ejemplo no impidió que con los años fueran apareciendo otras corrupciones. Lo cual en cierto modo ha ido relativizando algunas de las culpas del ex presidente preso. En el 2016 se pensó que la mayoría de Fuerza Popular tendría como primera prioridad obtener esa mayor libertad de movimiento para Fujimori, ciertamente tiene los votos y los aliados suficientes para ejercer esa presión. ¿Es eso lo que estamos empezando a ver? ¿O es una movida originada entre los estrategas del oficialismo? La hipótesis sobre esto último se multiplica: dividir al fujimorismo, debilitar a Keiko Fujimori, quitarle su bandera al hermano Kenji, impedir una vacancia presidencial, ganarse una tregua, forjar una alianza. La lista sigue. Pero ninguno de los argumentos revela algún motivo de fondo convincente. La cosa tiene un evidente sabor coyuntural y cortoplacista. Lo cortoplacista vale tanto para Fujimori fuera de la Dinoes como para Fujimori dentro por uno tiempo más. Cuesta mucho imaginar a un Fujimori repuesto de sus males, exonerado de sus sanciones, libre y disponible para candidatear, rediseñando la topografía política del país. Sin embargo la fantasía existe entre algunos albertistas. El proyecto del congresista Roberto Vieira puede crear más complicaciones de las que ya existen en torno de la situación de Alberto Fujimori. Más que ayudar a dar vuelta a una página, puede terminar empapelándolo todo, y convencer a todas las partes de que es mejor dejar las cosas como están.