Al opinar que el atentado en París tendrá un gran efecto sobre las elecciones francesas, Donald Trump está diciendo que puede favorecer a la derechista Marine Le Pen. Pero también está transmitiendo su convicción de que hoy los electorados se mueven por acontecimientos de impacto. Es decir, que son volubles y manipulables. No está descubriendo nada nuevo. La reacción a un atentado atribuido a ETA definió las elecciones españolas del 2008. Una frase infeliz atribuida al secretario general de Fuerza Popular, Joaquín Ramírez, definió las elecciones peruanas del 2016. Hay, en efecto, hechos donde lo instantáneo puede costar a través de largas campañas electorales. No se sabe si Trump tiene razón, pero no es el único que piensa así. Uno supondría que el sofisticado electorado francés, que se mueve a través de partidos bien organizados, no se va a dejar mover por lo circunstancial. Pero con márgenes tan estrechos entre los cuatro candidatos, un grupo reducido de asustadizos puede funcionar como gran elector. La cuestión es que los electorados se han vuelto impredecibles, y las encuestas muy poco confiables. Casos destacados son las votaciones del Brexit y del acuerdo de paz en Colombia. El primero ha redibujado el mapa mundial, el segundo casi derriba decenios de esfuerzos políticos. Un triunfo de Le Pen podría inaugurar una nueva era de reaccionarismo europeo. Pero a la vez se trata de una impredictibilidad a medias. Las ciudadanías de las democracias occidentales están virando hacia la derecha desde hace ya cierto tiempo, señal de un creciente descontento frente a la modernidad liberal aquejada por serias crisis económicas y problemas de convivencia con inmigrantes del mundo entero. Un escenario que hoy parece indetenible. Una pregunta de The New York Times toca un punto sensible: “¿Por qué los franceses temen a un triunfo de Le Pen y a la vez piensan que es posible?”. Detrás de la frase está la idea de que las mayorías enemigas de la extrema derecha no se consideran con capacidad para cerrarle el paso. También es un reconocimiento de que todos los triunfos se han vuelto aleatorios. Si un atentado o un escándalo oportunamente producidos pueden decidir una elección, entonces los veremos en casi todas las elecciones. Es obvio que Trump ha saludado el atentado de París, una bravata oportunista que lo pinta de cuerpo entero.