Nuevamente más casos de feminicidio son expuestos en los medios. No diré que estamos frente a una “nueva ola de feminicidios” porque no es nueva y no hay olas. La violencia contra la mujer siempre está presente, ya sea en su versión más “discreta”, con el abuso psicológico y/o verbal, o llegando a la violencia física y al asesinato. Tomemos el caso de Miluska Salas, una joven madre de familia de tan solo 19 años que vivía en Surco. ¿Quién la mató y cómo? Hace unos días, su pareja, Miller Quispe, la habría envenenado. Un trágico final para lo que ya venía siendo una historia tormentosa, pues la familia de Miluska sabía de los constantes celos e incluso del acoso de su pareja. Y por si fuera poco, el sujeto ya había sido denunciado por la víctima, por violencia familiar. Salió a la luz el también reciente caso de Leslie Huanca, otra joven de 19 años asesinada a cuchillazos en San Juan de Miraflores. Víctor Orellana, su ex pareja, no quería aceptar que su relación con la víctima terminase, por lo que habría decidido quitarle la vida nada más y nada menos que delante de su pequeña hija de tres años. Este desgraciado dejó a la menor en el mismo cuarto, al lado del cuerpo inerte de su mamá. Cómo es que estos casos no llegan a calar en lo más profundo de cada uno de nosotros, no lo sé. Cómo es que todavía hay hombres que normalizan la violencia contra las mujeres, que creen que hombres y mujeres vivimos en las mismas condiciones. ¿Cómo seguir creyendo eso luego de ver estos brutales asesinatos? ¿Cómo pensar que ya no existe el machismo y que vivimos en un país o en un mundo en donde siempre somos respetadas, si acabamos de ver el viral de una violación en una discoteca en Santa Anita? No entiendo. He reflexionado mucho sobre esto en este feriado largo. Sobre todo porque me tomé el trabajo de leer varios comentarios a raíz del caso de Jhon Pizarro Coronel, el sujeto acusado de violar a una mujer a vista y paciencia de todos. Uno de los comentarios de “Giancarlos Espinoza” incluso mencionaba que a mí me hubiera gustado ser la mujer violada. Si este asqueroso cobarde y miserable no escondiera su identidad en las redes, ya estaría denunciado por injuria. Todos estos sujetos cómplices de un acto terrible y perverso, ni siquiera cambian de opinión cuando se les pide que pongan a sus madres, hermanas o hijas en el lugar de las víctimas. La mujer siempre es la que tiene la culpa: por salir, por tomar, por bailar. ¿Y si ellos fueran los violados? ¿Y si salieran a tomar hasta tarde y alguien abusara de ellos sexualmente y terminasen viendo su video por las redes? Claro, es que eso no pasa muy seguido, ¿no? Creo que esa es la razón por la que necesitamos el feminismo. Porque las mujeres siempre “tenemos que cuidarnos más”. Porque “es culpa de nosotras” y no de los delincuentes. Esa fue mi reflexión de semana santa, la que no escucharán de un Juan Luis Cipriani que cree que adueñándose de la fe de algunos va a poder cambiar la mente de todos.