Para Robert Litwak, del Woodrow Wilson Center, la actual confrontación entre Corea del Norte y los EEUU es “la crisis cubana de los cohetes (1962) en cámara lenta”. La alusión de Litwak es al peligro de la guerra con elementos nucleares con que ha amenazado Pyongyang. El canciller chino Wang Yi ha hablado de “nubarrones de tormenta”. No es la primera vez que Corea del Norte está, o parece estar, o quiere parecer, en camino a una confrontación militar. Esta actitud desafiante siempre le ha servido como mecanismo de control interno, como barrera frente a la presión internacional, e incluso como forma de obtener recursos para aliviar sus penosas crisis humanitarias. Lo que hace distinto al traqueteo de sables en estos días es Donald Trump. Pues si bien los EEUU han estado en todos los ejercicios militares en el mar del Japón que tanto irritan a Pyongyang, esta vez la presencia de la flota estadounidense ha tomado la forma de una advertencia directa, con portaaviones y todo, al régimen de Kim Jong-un. En otras ocasiones Kim y sus dos antepasados en el cargo de N°1 supieron cuándo retroceder, y con el tiempo aprendieron a hacerlo con cierta gracia, una vez alcanzados sus objetivos. El temor del vecindario chino, japonés y surcoreano es que en esta ocasión Trump haya puesto a Kim entre la espada y la pared, terminando así más de medio siglo de fintas. De hecho Kim sigue empeñado en lanzar misiles mientras el portaaviones Carl Vinston le hace la guardia, lo cual podría estar colocando la conflagración a un tropiezo de distancia. Trump por su parte parece satisfecho de que su iniciativa haya neutralizado el rol estabilizador de China en la península coreana, convirtiéndola en una zona abierta. Washington ha dado a entender que no piensa llegar hasta la guerra propiamente dicha, y que su envío de la flota se debe al descubrimiento (en la reciente cumbre con Xi Jinping en Florida) de que China no tiene real capacidad de controlar a Pyongyang. Pero si esto último acaso es cierto, es obvio que Washington ya lo sabía. Simplemente lo ha confirmado. No descartemos que con esa confesión China le haya abierto a Trump la puerta hacia su primera crisis internacional.