¿Funciona la descentralización después de 15 años de iniciado el proceso y el Estado, fuera de Lima, tiene mejores servicios que antes del 2002? Desde el 2002 el Perú ha tenido cuatro elecciones regionales y desde el 2005 al 2016, los Gobiernos Regionales aumentan su ejecución de 8,900 a 26,290 millones de soles; el 18% del presupuesto nacional. Es irreversible la descentralización. Lima comparte ya decisiones y presupuesto con nuevas e inesperadas dirigencias regionales y locales. La respuesta al centralismo de los 90 generó un voluntarismo por construir regiones con rapidez y apresuradamente se dispuso transferencias de competencias y funciones a nacientes gobiernos regionales. La Ley de Bases de Descentralización (2002), la Ley Orgánica de Gobiernos Regionales (2002) y la Ley Orgánica de Municipalidades (2003) son las normas matrices que proponen como mandato un Estado “unitario, descentralista y regionalizado”, otorgando cientos de funciones a regiones y municipios, no siempre cumplibles. Con partidos debilitados, se han consolidado “clases dirigentes” regionales, independientes, pragmáticas y atomizadas, alimentando la no-coordinación entre los tres niveles de gobierno. Se suma la débil coordinación de municipalidades y regiones. Los gobiernos regionales han sido desbordados por problemas que legalmente deberían normar (minería “informal”, etc.) o no han podido asumir tareas con eficiencia (prevención de “desastres naturales”, etc.). Ante ello, el Estado central no apoyó o sustituyó a las regiones oportunamente. Denuncias y sentencias por corrupción a gobernadores regionales, autonomía sin regulación, relaciones tensas de “de toma y daca” con los gobiernos centrales y la poca eficiencia de regiones en competencias y funciones asumidas, incrementan críticas a la descentralización. Para algunos habría que desmantelarla o “recentralizar”. Tampoco el Estado conducido centralistamente funcionaba todo y bien. Lo que el centralismo no hizo por décadas, ¿lo harían los gobiernos regionales en 15 años?, ¿cuál nivel de gobierno está libre de pecado (corrupción, ineficiencia, etc.) y puede tirar la primera piedra al otro? Revisemos la descentralización, sincerando y evaluando política y técnicamente dónde y en qué ámbitos los municipios, gobiernos regionales y ejecutivo pueden actuar solos y bien, y dónde y qué deben hacer en forma conjunta. Analicemos las propias bases normativas; diferenciemos que hay regiones más consolidadas y dinámicas y otras de realidades adversas donde la presencia del Estado central debe ser más intensa. Resucitar el centralismo es un falso remedio. “Re-centralizar por re-centralizar” es tan nocivo como “descentralizar por descentralizar”.