El ministro Jorge Nieto acaba de declarar que “El gobierno no puede repetir la experiencia de Pisco”. La frase alude a la post-catástrofe que fueron los intentos de reconstruir luego del terremoto del 2007. Casi un decenio después sigue siendo una zona devastada, donde nada ha podido ser realmente repuesto a su antigua condición. Sin duda Pisco es un caso de culpas compartidas por gobiernos nacionales, autoridades locales, operadores especializados, y la propia población. Las acusaciones van en todas las direcciones, pero ni siquiera la historia de qué sucedió a partir del día siguiente ha podido ser adecuadamente reconstruida. Una parte de la explicación está en las culpas, por cierto. Pero otra está en la naturaleza misma de la catástrofe que, como dice Julio Ortega esta semana, “revelan la precariedad de todo”. De otra parte el orden urbano, legal, social incluso, anterior a una catástrofe es casi imposible de reconstruir. Se precisa una palabra nueva, algo menos irreal. Por ejemplo, reconstruir una vivienda desde el caos supone establecer quién es su propietario, lo cual en un contexto de difundida informalidad puede ser un trámite complicado y tomar tiempo. Los locatarios más inseguros de sus derechos se resistirán a abandonar el predio derruido, más aun si tienen una posesión en disputa. Así, aun con todos los actores de una reconstrucción perfectamente eficientes, honestos y sincronizados. No existe realmente manera de que la cosa avance sin tropiezos. A la razonable frase de Nieto habría que acotarle que la experiencia no es solo del gobierno, ni siquiera solo de las autoridades. Pues la esencia de este tipo de procesos es administrar sorpresas. La comparación con Pisco (podría haber sido también con Nasca 1996) es válida, pues allí hay valiosas lecciones sobre las conductas del Estado, las autoridades locales y las comunidades. Por ejemplo, ¿cuándo y por qué se produjo el corte que permitió a gobiernos, autoridades y opinión pública desentenderse del proceso de reconstrucción, y truncarlo? ¿Existen especialistas y experiencia en la reconstrucción de espacios sociales institucionalmente caotizados por la informalidad (los más necesitados)? Es muy posible, aunque no parece ser el caso del Perú. Lo cual habla de un aprendizaje, más que de una ejecución firme y sin contratiempos.