El aumento en la aprobación ciudadana del gabinete era previsible. La manera en que el Ejecutivo salió al campo a movilizar recursos de ayuda a la población para enfrentar los efectos El Niño costero fue de gran impacto. De un día para el otro una administración invisible se convirtió en una gestión de alta visibilidad. Por lo tanto no le tomó mucho tiempo a Pedro Pablo Kuczynski entender que no se precisa un zar, sino que es el propio primer ministro quien debe conducir la reconstrucción. Después de todo es Fernando Zavala quien viene coordinando las tareas de la emergencia, y liderando el equipo ministerial. La reacción del público en la encuesta GfK, un avance de 7%, está lejos de ser una a la aclamación, pero sí es un reconocimiento, que coloca a Zavala y al gabinete por encima del 30%. Incluso hay dos puntos de mejoría para PPK, al que se ve como una figura aparte. Luz Salgado subió 5% en el mes, quizás por algo llamable el efecto Vizcarra. Por si hubiera dudas sobre que huaicos y desbordes están definiendo aprobaciones en estos tiempos, la aprobación de Luis Castañeda cayó 13%. No hay encuestas tan detalladas, pero en las zonas afectadas el nuevo descrédito de los alcaldes debe ser mucho mayor. Lo cual mueve a preguntas sobre lo que será la topografía electoral del 2018. ¿Podrá el Ejecutivo mantener el ritmo? Por el momento no tiene otra opción, pues El Niño costero se sigue proyectando más allá de los pronósticos. Pero pronto la clave del éxito político se va a trasladar al post-Niño: un plan de acción que convenza a la población y que a la vez sea resistente a la oposición. Lo anterior significa pasar del cortísimo plazo de las urgencias al largo plazo de los planes bien pensados. Lo cual a su vez exige por fuerza acuerdos trans-partidarios, y la incorporación de especialistas a algunas decisiones finales sobre vastas áreas del país. Algo que no hemos tenido en anteriores catástrofes, donde el cortoplacismo demostró de lo que era capaz. La mayor aprobación al gabinete puede ser una bendición a medias. Pues el futuro va a exigir algunas medidas impopulares, ante las que no va a tener sentido cuidar la aprobación.