Cuando la población decide que algo es cierto resulta muy difícil, casi imposible, cambiar esa impresión, más allá de si es verdad o no. Alejandro Toledo es un tardón que se va de los restaurantes sin pagar; Alan García dirigió una banda de narco-indultadores (y en su primer gobierno salía de noche a pasear en moto); Ollanta Humala pasó de ser un temible chavista al timorato y subordinado “Cosito”; Nadine Heredia despilfarraba dinero en vestidos y chocolates. Poco importa si estas historias son verdad, probablemente varias sean injustas o exageradas. Pero lo relevante es que en algún momento se volvieron certezas entre buena parte de la opinión pública. Sea porque se trata de hechos ciertos algo sazonados, campañas bien dirigidas, o una prensa que explota los trascendidos, se hicieron realidad. Todos hemos oído sobre el amigo del amigo que vio a Toledo vociferando en un restaurante o a Nadine derrochando dinero en el Jockey. Y estas historias tienen poderosas consecuencias. La furiosa frustración de Alan García durante la última campaña nacía de comprobar lo dañado de su imagen.El asunto viene a cuenta, pues hoy se está construyendo en forma acelerada una imagen del Presidente Kuczynski que contrasta con el perfil simpático y ejecutivo de sus primeros días de mandato. Esa imagen tiene dos características. Primero, la de un presidente capturado por el empresariado, el lobbista que prefiere su círculo de negocios a los intereses del Perú. Segundo, un presidente fútil, más interesado en descansar y relajarse que en gobernar. El tramposo y el ocioso. El primer tema estaba cantado, se habla del vínculo PPK-empresas desde hace años y fue un asunto álgido en campaña. Algunas acciones del gobierno al inicio del mandato, especialmente desde la PCM, intentaron marcar distancia de los vínculos empresariales. Pero esta imagen ha surgido con más fuerza desde que la oposición fujimorista, el APRA y la izquierda han señalado estos vínculos. Hoy, sin el escudo de la popularidad, todo comienza a leerse en clave de lobby. Se ha visto esta semana, por ejemplo, cómo los diarios del fujimorismo vinculaban en portada el aeropuerto de Chinchero a un lobby de amistades de PPK. Reitero: poco importa si durante su gobierno PPK ha mantenido distancia o no de sus antiguos vínculos empresariales. Si esos vínculos aparecen aunque sea indirectamente, el tema ganará fuerza. Que esa imagen se asiente no solo es malo para la popularidad del presidente, sino también peligroso para su continuidad. Es es el tipo de argumento que se usa para discutir vacancias presidenciales.La segunda imagen es la de un presidente fútil, que trabaja poco y pasa el día en un hotel. La evidencia es una foto de PPK en la piscina del hotel (no sabemos de cuándo) y los dichos de personas (amigos de amigos) que se lo encontrarían desayunando a media mañana. Esta semana también hemos apreciado el costo de esta imagen. No había pasado ni un día desde la caída de los huaicos y ya se demandaba al presidente ponerse las botas y dejar su piscina (real o ficticia). La actividad posterior reduce, pero no borra, estas críticas.Hay formas de revertir esta imagen, pero el ADN tecnocrático no parece ser el mejor para detectar el peligro y anticiparse. El nombramiento como embajadora en Argentina de una persona que carece de la experiencia que requiere el cargo, pero que está bien conectada, servirá de combustible para fortalecer esta imagen. Y es muy grave, pues PPK no tiene la bancada con la que contaban otros presidentes para defenderse. Parte de sus congresistas parecen listos a traicionarlo cuando sea el momento indicado. Que se asiente esta imagen debilita al gobierno y lo sitúa más a la defensiva, minimizando sus logros. La estrategia para responder no es un secreto pero es difícil: previsión, comprender que hay amistades tóxicas, y mucha exposición en horas de trabajo. Es decir, cambiar estilos muy asentados.