¿Qué hacer con el cuerpo del familiar que ha muerto?,La prohibición del Vaticano para que las cenizas de los muertos se esparzan o conserven en el hogar es una intromisión de la religión en el ámbito privado de lo familiar. El ‘Instrucción Ad resurgendum cum Christo’, firmado por el papa Francisco, señala que “no se permite la dispersión de las cenizas en el aire, la tierra o el agua o cualquier otra forma, o la conversión de las cenizas en recuerdos conmemorativos, piezas de joyería u otros artículos”. Agrega que las cenizas no pueden repartirse entre familiares ni dispersarse para no crear la apariencia de panteísmo, naturalismo o nihilismo y evitar ritos que promuevan conceptos equivocados sobre la muerte. Según el cardenal Gerhard Müller, de la congregación para la Doctrina de la Fe, “los muertos no son propiedad de los familiares, son hijos de Dios, forman parte de Dios y esperan en un campo santo su resurrección”. La recomendación es un cementerio o iglesia para reducir “el riesgo de apartar a los difuntos de la oración” y “evitar la posibilidad del olvido, falta de respeto y malos tratos, que pueden sobrevenir sobre todo una vez pasada la primera generación”. Con todo respeto, eso no tiene ningún sentido. Hay, sin embargo, algunas ventajas de guardar las cenizas en casa, como escribió ayer Mirko Lauer: ayuda a la cohesión familiar, mantiene la memoria del muerto mucho mejor que una tumba distante, y cumple últimas voluntades poéticas y relativamente fáciles de cumplir. Cada quien debe resolver el asunto a su manera. La escritora Gabriela Wiener contó que las cenizas de su padre se convirtieron en vitamina para un árbol sembrado en el patio de su casa en Madrid. ¡Qué mejor manera de recordarlo cotidianamente! Una amiga tiene las cenizas de su madre en la casa y, tras una deliberación con sus hermanos, seguirán ahí, sin hacerle caso al Vaticano y sin sentirse, por ello, una mala católica. Claro que la Iglesia puede establecer las normas que le parezcan, pero pierde contacto con su feligresía al hacer creer que se obra mal cuando no es así. Tiene razón Patricia del Río cuando escribió, al respecto, que “lo que está en juego es esa desconexión tan grande que hay actualmente entre lo que la religión católica ofrece a sus fieles y lo que estos necesitan”. Este columnista, sin más religión que la de tratar de ser feliz sin dañar al prójimo, prefería un final parodiando ese chiste del que les dice a sus hijos que, si muere en Lima, esparzan sus cenizas en Cerro Azul; y si muere en Cerro Azul, las echen en Lima. Y cuando los hijos le preguntan por qué, responde: “Por joder”.