Es muy grave la elección al caballazo en el Congreso de tres miembros del directorio del BCR, tanto por la forma en que se produjo como por el fondo de lo decidido. El fujimorismo le da la razón a quienes consideramos durante la campaña que se trata de una fuerza alérgica a las formas democráticas y que carece de una agenda de desarrollo institucional. Por la forma, porque una decisión de esta importancia requería de mayor debate. Lo que la Constitución y la ley demandan es una elección de personas con amplio conocimiento económico y solvencia moral. Cumplir con ese mandato pasa por conducir un proceso transparente que permita se discuten esas credenciales y condiciones. Eso no sucedió, la mayoría fujimorista, con la entusiasta comparsa del APRA, aceleró el proceso y mostró así su concepción de lo que significa ser mayoría. Trae a la memoria la forma que actuó durante los años noventa. En realidad, tenían un candidato bastante bueno que hubiese salido bien librado del proceso. Aunque fue parte del equipo de campaña de Keiko Fujimori, Élmer Cuba tiene currículo para pasar la prueba. Prefirieron correr para nombrar a su segundo candidato y a otro que también les es muy cercano. Más grave, el fondo de la decisión es malo y debilita una de las pocas instituciones fuertes que tiene el país. Rompe una tradición de elección meritocrática. Con subidas y bajadas, estos criterios se han respetado en elecciones anteriores. Se afecta así una organización cuya mística y poder radica en buena parte en la calidad de su directorio. A diferencia de muchos otros organismos que son un remedo de lo que les manda la Constitución, el BCR sí ha dado contenido a sus mandatos constitucionales. Ha logrado construir una burocracia capaz y defender sus fueros. Desde la izquierda se le critica por sus preferencias y algunos economistas lo cuestionan por conservador, pero nadie cuestiona el nivel técnico de sus directores. Y esa calidad lo blinda, lo aleja de la política menuda y le permite actuar con autonomía. Le da autoridad. Dos de los nombramientos enturbian esta tradición. Rafael Rey no tiene los méritos académicos para estar allí. ¿Cuál es su expertise en economía? Pero tampoco el sentido común, ni la tolerancia ni las maneras que requiere un funcionario que debe estar por encima de los debates menudos. ¿Han visto sus tweets y exabruptos en prensa y televisión? Ser un Torquemada mediático puede ser su opción, pero eso lo debería excluir de un cargo como éste. Y si bien José Chlimper fue antes director, el serio escándalo en que se vio involucrado durante la campaña no debió obviarse, lo va a perseguir. Le será recordado en todo su periodo. Además, ¿un ex candidato a la vicepresidencia del partido mayoritario en el congreso tiene la distancia objetiva para cumplir esta función? Se les ha preferido, además, por encima de mujeres economistas de alto nivel que nadie hubiese cuestionado y que tienen todo el derecho a sentirse insultadas. Todo mal. Lo que queda claro es que el fujimorismo ha decidido usar su mayoría parlamentaria para su conveniencia y no para pensar en el país. Ya en la elección del Defensor del Pueblo optó por su comodidad, no por reforzar la institución. Mucho pedir que usen el Congreso para mostrar que pueden ser diferentes, pero sí debemos exigirles no hacer papelones ni cargarse la poca institucionalidad existente. Y esto no es cosa de “caviares”, es de todos. ¿Dirá algo el sector empresarial, uno de los más beneficiados por un BCR sólido, o se quedará callado por ser los elegidos dos de los suyos? PD. ¿Qué requiere el Frente Amplio para dar una opinión fuerte y clara sobre el autoritarismo desbocado de Nicolás Maduro? ¿No recuerdan acaso cómo nos enfurecían esas posiciones ambiguas que asignaban responsabilidad similar a gobierno y oposición cuando gobernaba Fujimori? ¿Las teorías conspirativas y dogmáticas de algunos de sus congresistas representan la posición del partido?