Las bases del Apra están cada vez más confundidas. El próximo congreso, indispensable para un relanzamiento del partido vapuleado en junio, simplemente no avanza. Los dirigentes con más exposición a los medios opinan y proponen cada uno por su cuenta. Algunos incluso disfrutan presentándose fagocitados por Fuerza Popular. El lanzamiento del fujimorista Rafael Rey a una dirección del Banco Central de Reserva aumenta la perplejidad. Funciona como una suerte de reconocimiento de que el Apra hoy no tiene figuras idóneas para el cargo, o que simplemente se ha vuelto una bancada de alquiler para un fujimorismo triunfante. Los congresistas del Apra votaron juntos en esta oportunidad. Pero en sus ratos libres hacen declaraciones que los muestran diferenciados frente al tema gobierno-oposición. Por ejemplo, era de esperar una posición distinta de Mauricio Mulder, quien votó por Pedro Pablo Kuczynski y mantiene algunos puntos de vista independientes. Al comienzo de este gobierno el Apra parlamentaria se propuso como una bisagra entre el Ejecutivo y la mayoría fujimorista del Congreso. Hoy no podría decir lo mismo. Incluso los intercambios de visitas entre Alan García y PPK, amables y amicales, pero finalmente discretísimos, contribuyen a la perplejidad. ¿Qué papel tuvo García sobre la votación por Rey? Javier Velásquez Quesquén dice que estuvo informado desde el inicio, mediante consultas por correo. Algunas figuras cercanas al ex presidente sostienen que en ningún momento supo nada. Su juego en estos días es mantener sus cartas muy pegadas al pecho, y no decir casi nada. Los argumentos de Velásquez sobre este tema son febles. Decir que Rey “Es un hombre de Estado” es no decir nada. Más fácil hubiera sido decir que Rey fue ministro y embajador en el pasado gobierno aprista, cuando los votos fujimoristas en el Congreso eran una necesidad para gobernar. Ahora son una necesidad para simplemente existir. Hay un cordón umbilical entre el manejo de la bancada del Apra y la constante desactivación de los reclamos de un congreso partidario. La idea parece ser que arrimado al leviatán fujimorista la cúpula del partido puede aparecer fuerte. Pero lo que se gana en pantalla se pierde en legitimidad. Empieza a parecer una corte por la que pululan pequeños emperadores desnudos.