El llamado de Pedro Pablo Kuczynski a una marcha obrera para salvar a La Oroya ha despertado diversos tipos de reacciones. Las críticas de algunos voceros fujimoristas eran de esperar, y quizás también las de PPC, estas también como parte de una lucha interna que no amaina, y que incluso puede reavivarse si Marisol Pérez Tello entra al gabinete. En general las críticas tienen un fuerte sabor a orden establecido, en el sentido de que los presidentes no deben hacer política al lado de los trabajadores. Además que no hay una preocupación por el futuro de la refinería misma y su personal, sino más bien por lo que la iniciativa significa en términos de estilo de gobierno. También eran de esperar las visiones positivas de los partidarios de PPK y las de una parte de la izquierda. En ambos casos hay reflejos naturales. En el primer caso, apoyar la gestión que se inicia. En el segundo, quizás la idea de que toda marcha por las calles es buena por definición. Sin embargo también ha habido reacciones inesperadas. A Marco Arana, de Tierra y Libertad, la iniciativa de PPK no le ha gustado, por confundir presidente con candidato, no decir las palabras apropiadas para un tema delicado, asistir a La Oroya con un posible comprador. Es decir, no se ha pronunciado realmente sobre el tema político de fondo. En cambio, Óscar Rivera, vicepresidente de Confiep y presidente de la Asociación de Bancos, ha sido entusiasta: “Qué magnífico que el presidente electo vaya a enarbolar esta lucha”. Rivera entiende el aspecto confrontacional como un producto natural de la política, pero no ve discrepancia real en el aspecto empresarial. Lo que ahora está en el aire es la fecha de los acontecimientos. La actual legislatura tiene unos pocos días en que podría aprobar la prórroga y ahorrarle la marcha al próximo Congreso. Pero esto es improbable, y si no se diera, entonces quedaría pendiente que los trabajadores fijen fecha para su marcha en el nuevo escenario. En cualquiera de los casos, el gesto de PPK pone al fujimorismo parlamentario a prueba, en un tema vital que no ha podido ser resuelto en ocho años. Keiko Fujimori tiene la oportunidad de asociarse a los esfuerzos por una solución.