El último mes de Ollanta Humala como presidente lo verá visitando localidades, colocando primeras piedras o inaugurando pequeñas obras casi hasta la llegada de las Fiestas Patrias. Es una forma sobria de despedirse, y quizás la manera como quiere ser recordado, buscando el contacto popular por todo el país. Pero la cosa no es tan apacible. La impopularidad va a seguir hasta el último instante, y el habitual repunte de despedida no se ha producido. Su gestión ha sido promedial para estos decenios, de modo que sus bajas cifras tienen que ser atribuidas a la política, el aspecto que peor manejó durante su gobierno. Los logros sectoriales que Humala menciona cada vez que puede son en su mayoría reales, pero ese balance evidentemente no interesa al público. Lo contrapesa la difundida versión sobre las culpas de la pareja presidencial, de lo cual se supone que surgirá un ciclo de más investigaciones, y más acusaciones. ¿Ha recibido Humala un trato diferente por parte de la opinión pública? La baja votación de García puede atribuirse en buena parte a una situación parecida. La súbita derrota de Keiko Fujimori surgió de las acusaciones a su entorno partidario. El teflón existe, pero son cada vez menos los políticos que se benefician de él. Lo que hace diferente la situación de Humala es que hoy este casi no tiene defensores, ni va a tener muchos cuando sea ex presidente. Si en estos años la concertación va a ser tan importante como se dice, entonces vamos a ver pocas acusaciones entre agrupaciones actuantes. Será aun más fácil irlas sumando a la cuenta del pasado gobierno. Se supone que Peruanos por el Kambio es la opción menos ensañada con Humala de las que había disponibles para el Ejecutivo. Pero visto el panorama de los acusadores, ese es un flaco consuelo. En términos políticos Humala hubiera debido dedicar más tiempo de estos meses a preparar su defensa, la legal y la de cara al público. Es un último mes melancólico. La mayoría parlamentaria del 2011 se esfumó. El propio partido nacionalista no pasa de ser una formalidad. Los logros de cinco años de efectivo trabajo han perdido todo peso argumental. Una vez más la presidencia del Perú ha demostrado ser una bendición a medias.