“Si no fuera por un infante de Marina, hijo del soldador del barrio, no estaría vivo. Yo estuve 18 días en el Estadio de Huanta, me torturaron, me robaron 12 millones de soles, me llevaron a la famosa Casa Rosada en Huamanga; luego me dejaron salir pero querían matarme. El infante vino a advertirme de que los marinos iban a regresar. Nos fuimos en mi viejo carro Ford con mis hijas y mi mujer camino a cualquier lugar. Ese mismo día en la noche regresaron a mi casa y destruyeron todo. El infante me salvó”, nos confiesa José Navarrete Cabrera, héroe en vida por las luchas por la educación gratuita en Huanta en los años 60. Los infantes de marina así como los soldados levados a la fuerza durante el conflicto armado son otros actores de la época de la violencia: hoy en día casi nadie los recuerda si no es para configurarlos como los perpetradores de muchos actos de violaciones de derechos humanos. Es cierto que muchos son responsables, pero una gran mayoría son también víctimas de un conflicto y de un sistema perverso que entrenaba a jóvenes secuestrados de sus casas y convertidos en soldados por imposición de un Estado autoritario. Los “morocos” –que viene del término quechua murupacha (camuflaje)–fueron convertidos a la fuerza en guerreros brutales que aprendieron a torturar porque ellos mismos fueron torturados. Joaquín Polo, abogado colombiano de la Universidad Javeriana, sostiene rotundamente que “es más fácil trabajar con las víctimas que con los victimarios”. Cierto: hay muchas instituciones que trabajan desde diversos ángulos con las personas que sufrieron en tiempos de guerra porque, en verdad, son los que más necesitan. Pero si no se toma en serio este tipo de situaciones de los licenciados y ex soldados no se puede avanzar en una cultura de paz. Muchos de ellos sufren secuelas físicas y psicológicas de esos años y no tienen acceso a hospitales militares. Otros le piden al Estado que los apoye en temas de salud mental porque no pueden dormir cuando vuelven a la vida civil. La gran parte de ellos están organizados en federaciones vinculadas a proyectos de vivienda para solicitar terrenos al Estado como está estipulado en la Ley de Servicio Militar, pero como el Estado no responde y ese reclamo cae en saco roto, otros han optado por juntar dinero y comprar terrenos entre todos. Como sostiene el abogado de Paz y Esperanza, Henry Mercado: “los licenciados vienen a ser los invisibles en las afectaciones ocurridas durante el conflicto armado porque cuando se habla de “militares” generalmente se asocia a los de carrera. Los licenciados han sido afectados antes –como desplazados, por ejemplo–, durante –porque fueron levados y torturados en el entrenamiento brutal que recibieron– y después, porque tienen varias secuelas incluso psicológicas”.