En un interesante artículo Arturo Maldonado (El Comercio, 14/6) señala que un gran problema del mercado de opinión, en el mundo y en el Perú, es que los supuestos expertos no rinden cuentas de sus pronósticos errados. Sabiendo (o creyendo) que su imagen será mejor aceptada si muestran seguridad, suelen ser concluyentes en sus predicciones. Luego, para no perder esa imagen, no reconocen sus yerros. “La estrategia es otra, se echa tierra del pronóstico y se pasa a la siguiente etapa.”Esa era precisamente mi reflexión al revisar una serie de análisis post campaña bastante disparatados e irresponsables. Es sorprendente la facilidad con la que los gruesos errores de análisis, escenarios apocalípticos que no se dieron (y muy probablemente no se darán), se olvidan por parte de quienes nos los vendieron con sentencias concluyentes. Esta vez, contra mi costumbre, evito los nombres, pues intento más invitar a una reflexión colectiva antes que a picar pleitos en el mundo “Esto es Guerra” de la opinión política. Fíjense lo que se ha leído esta semana. De pronto este despolitizado Perú es una sociedad dividida, movilizada, que puede tumbar un gobierno o iniciar una guerra civil. O el poderosísimo y legítimo Congreso es el lugar desde donde se derrumbará a la democracia peruana, como en 1962. Cuando no suceda, no oiremos palabra de estos maestros de la conspiración. Y si sucede, porque finalmente en este país nunca hay que decir nunca, cantarán su acierto como el gol a Brasil. ¿Por qué los que en su momento pronosticaron el colapso de la democracia peruana al no tener Toledo mayoría en el Congreso, la segura desaparición del fujimorismo al perder el control de los recursos del Estado, la destrucción del Perú en manos del chavista Humala, la caída del neoliberalismo por una protesta de 1,500 personas, el triunfo electoral de Alan García dados sus semi divinos poderes políticos, o la derrota de PPK si cometía el error de polarizar la campaña, no pueden poner una notita, pequeña, señalando lo que han aprendido de su error? ¿No sería bueno recordarle al lector que así como ese escenario es posible, también hay otros? En este país, además, con tan poca articulación partidaria, una sociedad civil débil, hay espacio para resultados diversos y no reconocerlo es bastante irresponsable. No me refiero a los políticos de lado y lado, finalmente ellos intentan que sus análisis se vuelvan realidad, sino a este tipo de analista que vende seguridad. No lea esto tampoco como una defensa de los “expertos” politólogos contra otro tipo de opinantes. El buen análisis lo es sea quien sea el que lo haga. En el oficio de estudiar la política ayudan algunas herramientas cercanas a la profesión, como también muchas de otras profesiones, o simplemente una buena cultura histórica y de política comparada. Tras la resaca electoral parece urgente reflexionar sobre cómo construir una mejor esfera pública con opinión responsable. Un primer tema relevante es el que resalta Maldonado: la autorregulación, intentar ser transparentes en las razones que sustentan la opinión y ser explícitos sobre posibles escenarios alternativos. No creo en la neutralidad del analista, pero sí en intentar que su análisis se acerque a la objetividad cuando se presente como eso, análisis, y no como su opinión. El segundo tema pasa por ustedes y consiste en llevar la cuenta de lo que se dice. En las próximas semanas intentaré hacer un balance de lo que aprendí en esta campaña en base a aciertos y errores (el principal, en mi caso, no darle peso suficiente al espacio que representaba Julio Guzmán). Tomemos nota de esas columnas o discursos grandilocuentes con escenarios estilo guerra del Pacífico para comentarlo en unos meses, probablemente con memes incluidos. Desconfíe, entonces, de los analistas que copian al gran Profesor Jirafales cuando señalaba que “una sola vez me he equivocado en mi vida, una vez que creí que estaba equivocado” (descansa en Paz, Rubén Aguirre).