Un factor de la victoria de PPK ha sido el voto del Frente Amplio; a diferencia de 1990, cuando el voto izquierdista ayudó a encumbrar a Alberto Fujimori. En ambas ocasiones un declarado liberal de derecha era el rival de los Fujimori, padre e hija. ¿Qué ha ocurrido, cómo explicar un cambio tan saltante? Encima, el apoyo de Verónika Mendoza ha sido explícito, mientras que la Izquierda Unida no llamó a votar por Fujimori, sino que fue un movimiento irresistible que ganó a sus bases y también al APRA, provocando un triunfo muy holgado, a diferencia de la mínima diferencia de hoy. Por su lado, en 1990 no se sabía nada de Fujimori. Se carecía completamente de los elementos que permiten nuestra comprensión actual, quizá ni él tenía claro su plan. Ahora hay una experiencia y la memoria colectiva ha llegado a jóvenes, que no conocieron políticamente a Alberto Fujimori, pero que han sido fundamentales en el movimiento “No a Keiko”. Asimismo, la izquierda actual es un grupo renovado. En aquel entonces, los referentes eran la Unión Soviética, Cuba y la China de Mao. Se valoraba los orígenes revolucionarios para aceptar las largas dictaduras de los constructores de estados-nación. Actualmente, sobresale que la primera visita internacional de Mendoza haya sido a Uruguay. Su referente es Mujica, no solo en términos políticos, sobre todo personales, valora su honestidad y el firme compromiso con los de abajo en democracia. Además, es una nueva generación. Los setenteros, a los que pertenezco, se fueron desgastando y ahora operan en otros ámbitos: universidades, periodismo y las últimas ONGs. El postrer esfuerzo político de los setenteros fue Únete, que fracasó al abandonar el barco el único que tenía inscripción, que prefirió a Santos. Así, se produjo un vacío cubierto por una nueva generación que asumió el liderazgo. Durante los ochenta, la izquierda tenía hondas raíces populares, mientras que la actual no posee vínculos tan fuertes. En las elecciones de 1990, la apreciación de Juan Pueblo fue que Vargas Llosa representaba nítidamente a la clase alta criolla. Mientras que PPK es visto como gringo y, aunque parezca mentira, despierta menos animadversión, porque es sentido como más sencillo y menos discriminador. El verdadero enemigo del cholo es el pituco y no necesariamente el gringo.Pero ese es lío de blancos, porque el voto mayoritario de Juan Pueblo ha sido por los Fujimori, tanto en la segunda vuelta de 1990 como en la actual. Si la izquierda quiere desarrollar sus chances, tiene que construir su fuerza en la base de la sociedad, donde encontrará las fortalezas del fujimorismo. Además, tenemos el tema de la democracia. La izquierda de ayer no la valoraba al grado de hoy. Su ideal era la revolución y participaba en democracia para acumular fuerzas y hacer propaganda. Mientras que, hoy la democracia es una meta y en su nombre se construye la propuesta socialista. Es realista Pablo Iglesias, líder de Podemos en España, al sostener que “somos los verdaderos socialdemócratas”. Aunque cuesta, queda claro que –en el Perú– exigir algo tan simple como el cumplimiento de la ley tiene un profundo contenido progresista. Asimismo, el liberalismo ha cambiado en estos 25 años. Vargas Llosa aparecía como un neoliberal fundamentalista con la fe del converso; mientras que PPK luce como liberal de segunda generación, dispuesto a extender el capitalismo cimentando su base popular. Por último, el cambio más importante es del país. Ayer el Estado seguía siendo el gran protagonista de la vida económica, mientras que hoy el dilema político es cómo conducir el empuje individual de millares de pequeños productores. Y en ese terreno, un diálogo franco con el equipo de PPK puede aclarar enfoques y puntos de vista.