En la puerta del horno, importan sobremanera quienes han decidido votar blanco y viciado. Ellos aún son un número considerable, mayor a los habituales en elecciones peruanas de segunda vuelta. En buena medida tienen en sus manos el resultado del 5 de junio y resulta que una parte de ellos son votantes de izquierda. ¿Cuántos son? No se sabe exactamente. Pero Goyo obtuvo 4% y los suyos están llamando a viciar el voto, incluso dentro del 19% del FA también se hallan quienes sostienen el viciado. Sin poseer regla de cálculo, sospecho que aquí se halla un porcentaje que podría inclinar el resultado del domingo. Les dirijo este artículo a esos votantes izquierdistas que piensan votar blanco o viciado. A estas alturas nos conocemos bien. Hemos estado en multitud de reuniones y marchas a lo largo de las últimas décadas, No siempre hemos coincidido; por el contrario, la tribu izquierdista ha sido pródiga en pleitos internos. Pero, más allá de los sinsabores, sabemos que estamos comprometidos con la justicia social, la democracia y los derechos humanos. Desde esa identidad, les pido que reconsideren, que tomen conciencia de la trascendencia que tendría el retorno del fujimorismo. Primero, dejemos establecido que no hay dos generaciones del fujimorismo. Son otras personas, pero los mismos métodos y anuncian la misma política. Se han caído las caretas y estamos viendo cómo hacen trampa con videos y audios, reclutan reservistas como paramilitares y despliegan una campaña millonaria detrás de la cual asoma la sombra del narco-estado, bajo la figura de Joaquín Ramírez, su secretario general con licencia. Si el fujimorismo llega al gobierno, será confrontacional con todos los proyectos progresistas. No dejará títere con cabeza. Adiós sindicatos autónomos. Por el contrario, tendrá gran influencia el sindicato mafioso y puesto al servicio de la corrupción. Se asesinará líderes populares con total apoyo de los aparatos represivos del Estado. Y eso puede hacer una gran diferencia, acordémonos de Huilca y Cantoral y en su nombre que prime la precaución. El izquierdista que piensa votar viciado posee serias preocupaciones sociales y siempre se manifiesta abiertamente. Lo suyo es un ecologismo regionalista radical. Pero, si gana Keiko, ha de reducirse notablemente su capacidad para expresar sus posturas. Ella ha anunciado que no le temblará la mano y ha de poner orden con la policía y los grupos paramilitares que recluta entre el pueblo. Va a enfrentar a quienes están encantados con el clientelismo con las organizaciones populares independientes. Asimismo, el fujimorismo es la extensión de la ilegalidad. A pocos les gusta el Estado y sus leyes, que se perciben como abusivas y fabricadas para favorecer a la elite. Pero la forma de combatir estos males siempre fue buscar cambios que favorezcan a los de abajo reparando injusticias históricas. Nunca hemos estado por extender la ilegalidad y convertir al país en un Estado fallido. Pues bien, el fujimorismo propone precisamente disolver las bases de unidad nacional. Por ello, los policías volverán al 24x24; es decir, desaparecerá el servicio civil y retornará el trabajo policial para los privados que puedan contratarlos. Todo será así y esa cancha estará orientada en contra nuestra. Lo peor será que, gracias al voto popular, habrá retornado el autoritarismo. Y como sabemos, no hay autoritarismo peruano de corto plazo. Leguía duró once años, Sánchez Cerro-Benavides nueve, Odría ocho, los militares doce y Alberto Fujimori diez. ¿Cuántos años se quedarían los Fujimori si vuelven en esta oportunidad? Nadie lo sabe con precisión, pero seguro tratarán de prolongarlos más allá del 2021. Votante izquierdista: si no quieres cavar tu propia tumba, este domingo vota PPK.