La legislación dice que los votos blancos y nulos no son votos válidos y se excluyen del cómputo final. Cuando hay varios candidatos, como en la primera vuelta, estos votos excluidos ayudan al que sale primero, pues su porcentaje se eleva considerablemente. Es una de las razones que ha llevado a las 73 curules de Fuerza Popular.En la segunda vuelta, con solo dos candidatos, la situación es la misma, pero “recargada”. Igual que antes, los nulos y viciados se excluyen del cómputo final. Entonces, si la elección se decide por unos cuantos miles de votos, los nulos y blancos acaban dándole la victoria al que lleve la delantera.Pero algunos pueden decir: me da igual PPK que Keiko, ya que los dos tienen el mismo programa económico. El tema es que “lo económico” no agota, ni de lejos, todo lo que está en juego. No es lo mismo que vuelva al poder en el Perú el régimen más corrupto y violador de los derechos humanos de la historia. Como dice Alberto Vergara, eso sería un daño a la construcción de la memoria nacional.Otros pueden insistir diciendo: en todo caso, no me importa si gana Keiko ya que, de un lado, queda en mi foja de vida que nunca voté por PPK y, de otro, que así se agudizarán las contradicciones y tendremos mejores condiciones y los combatiremos en las calles. Un ratito, no es tan simple. Hay muchos ejemplos en la historia donde ese tiro salió por la culata.Queda entonces la opción del voto por el “mal menor”, tal como ha venido sucediendo para muchos en las últimas elecciones peruanas. Pero antes de entrar a fondo sobre ese tema, veamos las opciones económicas concretas que nos ofrecen FP y PPK.Para comenzar, ninguno de los dos tiene una visión clara sobre la situación económica internacional y sus implicancias para los países dependientes de materias primas, incluido el Perú. Los programas de ambas agrupaciones plantean la reactivación de la economía sin tener en cuenta que eso significa volver a darle oxígeno a un modelo acabado. Lo que se necesita es un nuevo rumbo que dé lugar a un país con diversificación productiva, con un nuevo equilibrio entre mercado, Estado y sociedad, dentro del cual se inserta la minería que cumpla con las licencias fiscales, sociales y ambientales.Mientras, poco se puede esperar del currículo de PPK desde 1969 hasta la fecha, pasando por la Ley Kuczynski de 1980 hasta la entrega del gas del 2003-2006. Hoy, el programa de PPK plantea el reintegro tributario de impuesto a la renta de hasta el 100% de las inversiones realizadas por las grandes empresas. Dice que la reducción del IGV en 3% va a significar un “alivio” para los consumidores, cuando, de un lado, ello agravará el déficit fiscal y, de otro, que esa rebaja no la trasladan los empresarios a la reducción de precios: es lo que ha sucedido en la amazonía y, también, con los precios de los medicamentos contra el cáncer. Podríamos seguir y solo encontramos evidencias de más de lo mismo que hemos tenido en los últimos 15 años.En cuanto al programa de Fuerza Popular, destaca su contenido gaseoso, pues no da cifras concretas, salvo en los programas sociales. Con la llegada en el último minuto de Elmer Cuba se ha planteado el fortalecimiento de las MYPES, pero sin mayores precisiones, salvo que “fortalecer el aumento de la productividad”. ¿Cómo hacer esto sin poner en el centro un verdadero Plan Nacional de Diversificación Productiva liderado por el Primer Ministro? No lo sabemos.Pero el problema con el fujimorismo no es de modelo económico sino de régimen político, que nos lleva de vuelta a ese oprobioso pasado ya señalado múltiples veces en las últimas semanas y demostrado nuevamente con Joaquín Ramírez y sus vínculos con el narcotráfico: ¿queremos un narcoEstado?Entonces, ¿solo nos queda votar por el mal menor de PPK? Pues sí, pero entendiendo ese voto como la reafirmación por un programa económico y social alternativo que hay que impulsar y afirmar desde el primer día, con una clara oposición a su programa neoliberal (a pesar del maquillaje de estos últimos días y de sus “nuevas propuestas”, en lo esencial es más de lo mismo). Dicho de otro modo, es preferible oponerse a PPK y su programa, que al poder total de un régimen corrupto con el Ejecutivo y el Legislativo a su favor.Y hay base social para hacerlo, materializada en los resultados electorales de la primera vuelta del Frente Amplio con Verónika Mendoza. Es por esa razón que el voto por PPK no se hace “con la nariz tapada” sino con los ojos bien abiertos, mirando y reforzando las bases de los cambios económicos y sociales que hay que construir.