La designación del keikista José Chlimper como nuevo secretario general de Fuerza Popular indica que Keiko Fujimori todavía mantiene el control del partido. Lo cual incluye mantener callados a sus 73 congresistas electos, y sobre todo al prominente hermano Kenji. Debemos pensar que esto se va a mantener hasta las elecciones.El silencio profundo de los congresistas electos es clave para neutralizar en lo posible la difundida idea de que esa mayoría obtenida por FP obliga al elector responsable a contrapesarla eligiendo a Pedro Pablo Kuczynski, el candidato más preparado, al Ejecutivo. Además los pocos electos incontinentes no han usado bien su voz.Los más cercanos a Alberto Fujimori hubieran podido aprovechar la crisis del caso Ramírez para intentar un golpe de mano, y colocar en esa secretaría general a una figura emblemática de los años 90. Hasta donde sabemos, pueden haberlo intentado. Más aun si, como especula Santiago Pedraglio, sus encuestas internas están señalando peligro.Pero Ramírez no es el único problema. La vuelta por el sur, reforzada por una nutrida portátil, terminó siendo una historia de mucha escenografía y poco público, con varios episodios de rechazo. Nada parecido a una gira triunfal. Aunque alguito podrá recoger esa presencia política, mientras tanto su rival ha hecho lo mismo en otros lugares.Para los rivales de Keiko Fujimori dentro de FP un triunfo de la candidata marcaría una postergación, pero de ninguna manera un eclipsamiento. Lo que tendrían que lograr es mantenerse como socios naturales de la presidencia, presionar como oposición interna, y evitar que ella haga pacto parlamentario con otras fuerzas. Todo a la vez.En cambio una derrota de su candidata le devolvería al fujimorismo de los años 90 el control del partido, en el entendido de que estar en la oposición mantiene junta a las bancadas, y que el oficialismo suele dividirlas, como ya hemos visto. De modo que el silencio de los albertistas es una espera más compleja de lo que parece.Mientras tanto la ingrata tarea de Chlimper, apagar fuegos y dar explicaciones articuladas, inmolarse para evitar un mayor desgaste de la candidata, y representar con su presencia que el frente interno está bajo control, seguirá siendo más o menos la misma.