Sobre técnicos que se alquilan (y políticos que se compran)., La tecnocracia peruana ha sido un factor crucial para explicar la trayectoria del país durante el último cuarto de siglo, con frecuencia con una gravitación mayor que los políticos. Esto cambió en el Perú después del primer gobierno de Alan García (1985-1990), que culminó en una catástrofe de proporciones por el mal manejo de las políticas gubernamentales, principalmente las vinculadas a la economía, pero dejando varias lecciones a todos los peruanos. Una lección muy importante fue, parafraseando al francés Georges Clemenceau con su célebre frase de que “la guerra es un asunto demasiado serio como para dejársela a los militares”, que la política es algo muy serio como para dejársela a los políticos. Así, desde entonces, hasta ahora, la tecnocracia económica ha ejercido en el Perú un papel de tutelaje de los políticos que ganaban el derecho de gobernar el Perú, encorsetando sus –con frecuencia irresponsables– pretensiones. Una expresión de ello ocurrió cuando, como candidato en la campaña 2006, a Alan García le pregunté en una entrevista en televisión cómo sería su ministro de Economía, y respondió diciendo que sería “alguien con la capacidad de decirme que no”. Este peso creciente de la tecnocracia peruana, que empezó a reemplazar a políticos con capacidad de conversación con los técnicos, como en su momento lo fueron Manuel Ulloa, Luis Alva Castro o Javier Silva Ruete, coincidió –a inicios de los noventa– con un incremento importante de profesionales formados en universidades del extranjero, principalmente de Estados Unidos, y que, al margen de su orientación política de derecha, izquierda o de centro, tenían un credo común en materia económica basado en principios que no se deben violar. Eso explica que técnicos como Fernando Zavala, Luis Carranza, Miguel Castilla, Alfredo Thorne, Elmer Cuba, Carolina Trivelli, Milton Von Hesse, o Piero Ghezzi, para solo citar a algunos, puedan ser ministros de casi cualquier gobierno, actuando como guardianes que garantizan un manejo prudente de las finanzas públicas y, en general, de las políticas públicas. Se podría criticar el peso mayor de la tecnocracia sobre los políticos, pero esa es la realidad. Y es a esa tecnocracia plural pero coincidente en asuntos fundamentales que el Perú le debe en gran parte lo mucho que ha conseguido en este cuarto de siglo. Suelen decir que los técnicos se alquilan, pero eso no es tan malo ante la evidencia de que muchos políticos se compran, y al peso.