PPK no termina de darse cuenta de que la segunda vuelta ya comenzó. O se siente seguro con los resultados de las encuestas, o por inercia sigue dirigiéndose a los barrios de la clase media limeña acomodada y los balnearios playeros del sur de Lima, o no tiene idea de cómo dirigirse a la gente que no es de su barrio, o se conforma con que Keiko lo nombre de ministro, o sigue a pie juntillas las recomendaciones de El Comercio, de no pelearse con Keiko para asegurar la gobernabilidad. Si no logra diferenciarse de Keiko va a ser difícil que logre ganar la segunda vuelta. Donde hay drama es en las tiendas fujimoristas. El talante autoritario aflora y Keiko tiene que salir a disimularlo. Sus juramentos de representar una propuesta diferente a la de su padre son torpedeados por Héctor Becerril, proclamando su mandato popular les permite despreciar los consensos, por Francesco Petrozzi, declarando que ahora si las leyes “saldrán como por un tubo”, y Cecilia Chacón, pregonando que los fujimoristas van a anular el juicio de Alberto Fujimori, para que este salga “por la puerta grande”. Keiko tiene que maquillar estos desbordes de sinceridad. Dado el tamaño de los estropicios, cuesta creer que estos sean accidentales. Que se trata de metidas de pata por inexperiencia podría quizás aplicarse a Petrozzi, el novato del grupo, o a Becerril, por sus limitaciones, pero Chacón es cabeza de la lista parlamentaria y tiene suficientes horas de vuelo para cometer deslices tan burdos. Su gesto expresa más bien la naturaleza misma de lo que está en juego. Esta es la candidatura de Alberto Fujimori por interpósita persona. Quien vote por Keiko votará por Alberto Fujimori. Esto lo tienen claro los fujimoristas orgánicos, para quienes Keiko es el instrumento a través del cual el “Chino” volverá al poder. En la guardia dorada de Fujimori figuran Martha Chávez, Luisa María Cuculiza y Alejandro Aguinaga. Como son la más depurada expresión del autoritarismo fujimorista histórico, Keiko decidió ponerlos lejos de la mirada pública para la campaña electoral, algo que no fue del agrado de los agraciados; basta recordar la reticencia inicial de Chávez y Cuculiza. Cuculiza llegó hasta a insinuar que si no la incorporaban en la lista parlamentaria podría enrolarse en otra organización. Fujimori envió una carta abogando por ellos. Sin embargo, luego de una conversación con Keiko, se allanaron a hacerse a un lado y Martha Chávez explicó que ahora lo fundamental era llegar al poder. La guardia dorada tiene un lugar de honor en el esquema del retorno de Fujimori al poder, pero no sucede lo mismo con personajes como Chacón, que deben hacer méritos para poder acceder al círculo de los elegidos. Pronunciarse como una prócer por la libertad de Alberto Fujimori es una buena manera de proclamarse una leal defensora del “Chino”, aunque sea al costo de sabotear el libreto diseñado para llevar a Keiko al poder. Que Chacón ha acertado es avalado por el hábeas corpus que Fujimori ha presentado al Tribunal Constitucional, demandando la anulación de su sentencia. La medida hace cortocircuito con la estrategia de Keiko, pero pone las cosas en su sitio. Fujimori es desconfiado por naturaleza y no quiere correr el albur de que Keiko vuelva a perder las elecciones. Es bueno recordarlo recopilando firmas a través de su abogado, para conseguir una inscripción electoral independiente de la de su hija. ¿Por qué Fujimori presenta ahora el hábeas corpus y no lo hizo durante los siete años transcurridos desde su sentencia? La respuesta es obvia, la votación obtenida por el fujimorismo en la primera vuelta lo pone en una posición de fuerza. El paso previo para asumir el poder es obtener la libertad. Eso está en juego en esta elección. En las próximas movilizaciones contra el retorno de Fujimori al poder habrá que emplazar a Kuczynski para saber si se ratificará en su promesa de liberar a Fujimori y enviarlo a su casa. Si realmente representa algo diferente políticamente hablando o si también a este terreno las tres K son intercambiables.