Al proponer la pena de muerte para quien viole a un menor por debajo de siete años Keiko Fujimori abre una caja de Pandora. Es más que probable que de aprobarse una ley así, la sanción se irá extendiendo hacia otros crímenes atroces. Tanto si la pena se empezara a hacer efectiva como si se mantuviera en suspenso, la cosa es inconveniente. Basta echar una mirada a la opinión del público sobre el sistema judicial, es decir las cifras y los comentarios desaprobadores, para entender que aun si la pena de muerte fuera aceptable en algún caso (este columnista considera que no lo es en ninguno), el peligro de que se cometa injusticias irreparables es enorme. Además la propuesta es paradójica viniendo del fujimorismo, que se la pasa machacando que las condenas a Alberto Fujimori han sido errores judiciales, o peor. Hay allí una esperanza de que el fallo de un tribunal pueda ser revertido bajo una nueva luz jurídica. La esperanza y la reversión resultan imposibles en un escenario de pena capital. Hay estadísticas que muestran que la pena de muerte no es disuasoria. Además es evidente que el tipo de crimen seleccionado por la candidata colinda estrechamente con la enfermedad mental. El acto es repugnante, pero la pena deja abierta la posibilidad de que se esté ejecutando locos. Lo cual dudamos mucho que sea la intención de Fujimori. La iniciativa se inscribe dentro de la idea más general de que un endurecimiento de las penas puede ayudar en la lucha contra la criminalidad. Hasta el momento eso casi no ha funcionado en el Perú. Satisface nuestra frustración por unos momentos, pero el alivio se disipa apenas vemos al problema mantenerse en los mismos términos. Hay maneras drásticas y no letales de impedir la repetición de este tipo de violaciones, y de otras. Pero más importante es dedicar conocimientos, esfuerzos y recursos a evitar que dichos crímenes ocurran, o cuando menos que ese número se reduzca significativamente. Pues al igual que la pena, el crimen cometido es irreparable. Si lo que la candidata ha querido hacer es un guiño a los sectores más duros de su partido, hay guiños más eficaces y menos polémicos. Si, como ella dice, jamás ha dado una señal de autoritarismo”, este no es el momento de comenzar.