La idea de que PPK y Keiko Fujimori son lo mismo no es patrimonio del Frente Amplio ni de Verónika Mendoza, también es compartida por sectores de PPK. Patricia Teullet, economista, viceministra de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) cuando este fue ministro de Economía y Finanzas, y columnista de Perú 21, escribió en su columna del 18 de abril “El susto nuestro de cada lustro”: “No quiero ni la escasez ni las colas venezolanas en el Perú (basta con la muestra que nos dio la ONPE). Me alegra que la candidata del Frente Amplio no haya pasado a la segunda vuelta (Gracias, Goyo. ¡Yo que no quería que fueras al debate!)”. En realidad, Teullet expresa lo que sería el sentido común de la tecnocracia neoliberal que hoy acompaña a PPK y que bien puede resumirse en la siguiente frase: primero los fujimoristas antes que Verónika Mendoza y los izquierdistas. Además, demostraría que así como hay sectores duros en el keikismo, como Héctor Becerril o Cecilia Chacón, los hay también en Peruanos por el Kambio. Los primeros, ligados a una visión autoritaria de la política y más cercanos a la figura de Alberto Fujimori; los segundos, más próximos a los intereses empresariales, a la política neoliberal y a una gestión pública que se remonta a la década fujimorista de los noventa que es cuando hicieron su ingreso al Estado para quedarse o, mejor dicho, para apoderarse de él. No me extrañaría que, en el caso de PPK, sean los sectores “duros” los que terminen por imponer sus ideas. Y si bien la última encuesta de CPI, que da como ganadora a Keiko en la segunda vuelta, los obligaría a realizar algunos reajustes, más atención le prestan a la encuesta de Ipsos, donde gana PPK, ya que les mostraría que no hay necesidad de buscar otras alianzas políticas, en especial con el Frente Amplio, porque la mayoría del voto antifujimorista, incluso el de una parte de la izquierda, no tiene “dueño”. Esperar que las olas antifujimoristas crezcan para ganar las elecciones sería el objetivo. Negarse a proponer una “hoja de ruta” es expresión de que no quieren aliados. Además los “ppkausas” saben muy bien que si ganan las elecciones con quien tendrán que negociar, si quieren tener un mínimo de gobernabilidad, será con el fujimorismo por el simple hecho de ser mayoría absoluta en el próximo Congreso. A ello hay que sumar que en estas elecciones PPK busca correr solo a diferencia de las elecciones del 2011. En aquella oportunidad, él se alió con el PPC, APP y Restauración Nacional. Alianza, dicho sea de paso, que se disolvió al poco tiempo. Esta vez, como afirma Esteban Valle-Riestra (“PPK 2016: del sancochado al aguadito”, en Anticandidatos): “PPK habría optado por la segunda mirada y apostado por afinar sus vínculos internos por sobre la maquinaria prestada. En el breve tiempo de campaña, ha preferido atraer a nuevos personajes independientes que refuercen su candidatura a los ojos del electorado (p. 92)”. Dicho con otras palabras, PPK confía más en el antivoto fujimorista y en su núcleo de independientes que en sus potenciales aliados. Por eso, la chamba, para ganar en esta segunda vuelta, corre más por el lado de los fujimoristas. Así lo ha entendido Keiko Fujimori quien, al día siguiente de la primera vuelta, reinició su campaña electoral por plazas y pueblos. En este contexto, qué puede hacer la izquierda. Por un lado, mantener su independencia frente a los dos candidatos, PPK y Keiko, pero con una clara orientación, como se ha demostrado en estos días, de sumarse a la ola antifujimorista y, por el otro, proponer un frente antifujimorista y levantar un programa o plataforma antineoliberal, que si bien hoy tiene un remitente preciso que es su electorado, con seguridad le será útil cuando acabe la segunda vuelta y pase a integrar el Congreso. Con un parlamento con mayoría absoluta fujimorista lo más probable es que el conflicto político, como fue durante los años noventa, se traslade a la sociedad y a las calles que son, justamente, los espacios donde creció la izquierda.