El pasado 10 de abril, no esperábamos un resultado tan adverso en el Apra. Más allá de las encuestas, era evidente que, a medida que la campaña avanzaba, la “calle estaba dura” o que el “país no nos escuchaba”. Sin embargo, se decidió continuar hasta el final de la batalla y los resultados fueron contundentemente adversos. 1. Ser generales luego de la batalla es fácil. Podríamos hacer análisis contrafáctico de lo no sucedido. ¿Qué hubiese pasado si Alan no era candidato?, ¿si no había la Alianza Popular y el Apra iba solo?, ¿qué sucedía si Alan renunciaba en enero? Lo cierto es que el consenso sobre la Alianza y la candidatura de Alan García era evidente en el interior del Apra y de los decisores apristas, nacionales e intermedios, pero –si es cierto– no en el electorado o “pueblo aprista”. ¿Pero qué sucedía si Alan pasaba a la segunda vuelta? La fiesta sería otra. Sin embargo, nosotros esperábamos la jugada formidable, el gran discurso o el gesto. Era la esperanza de la mayoría de dirigentes y operadores del Apra. Una fe que no nos permitió ver al Perú, el trabajo sostenido de los adversarios y a los propios azares de la política. 2. El “mito eterno retorno”. Tomo el título del libro de Mircea Eliade para escribir que este mito se apoderó del Apra. El retorno al pasado, sin tomar las lecciones de nuestra propia historia. Nadie se salva de responsabilidades. Consideramos que en el 2016 era casi mecánico retornar al poder. Como se pensó a inicios de los noventa que en 1995 el retorno al gobierno era inevitable y vino el golpe de Estado del 92. En varios momentos, esta idea del mito del rápido retorno le ha jugado una mala pasada al Apra. Los retornos son complejos en un país como el nuestro. Perdimos nuestros electores “de siempre”. 3. Miremos nuestro largo plazo. La derrota del Apra con su mejor candidato presidencial no puede verse solo como un tema cuantitativo o de factor candidato; aunque es fácil decirlo ahora y buscar en la confusión a nuevos dioses o semidioses. Observemos que el porcentaje de votos que el Apra viene obteniendo desde el 2002 viene decreciendo sostenidamente (incluido durante el segundo gobierno). Recordemos, antes se tuvo peores resultados: 1995 (Cabanillas), 2000 (Salinas) y 2011. Ello merece un análisis mucho más cualitativo y de largo plazo de la evolución electoral y política del Apra. Lo impactante es que este guarismo electoral fue con Alan García. 4. El futuro del Apra. Vendrán nuevas generaciones que nos superen, decía siempre Haya de la Torre. Hay que promoverlo. Pero ¿qué Apra quiere el Perú? Requiere un partido moderno, social y ético. ¿Cuánto de lo programático y social que se ha “abandonado” en el discurso y la acción es viable recuperar?, ¿qué cambios al “modelo” creíbles y realizables se pueden realizar para una mayor justicia social? Esta ha sido una adversa batalla; pero para nadie es la última batalla. Mientras que el Apra viva, aspirará. Reza el lema: “El Apra nunca muere”. El tema es cómo y para qué vive. Al debate y a la acción.