Los ciudadanos que no fueron a votar o que lo hicieron en blanco o viciando su voto han sido mayoría el domingo pasado. Lo cual invita a algunos a mirar las elecciones del próximo cinco de junio bajo una luz diferente, pero también se presta a algunas ilusiones riesgosas. En términos generales ese tipo de conducta no define una elección, pero puede darle un sesgo. Estamos hablando de un 32% de ciudadanos cuya capacidad de voto ningún candidato ha podido aprovechar. Pero este es un conjunto tan variado que casi no se le debería amontonar en una sola cifra. Por lo pronto hay allí dos grandes grupos: quienes faltaron, blanquearon o viciaron contra su voluntad, y quienes lo hicieron deliberadamente. Los primeros no son realmente un tema directamente electoral, sino social (capacidad de desplazarse) o educativo (capacidad de realizar el voto). Un seguimiento de Transparencia desde el 2001 muestra que el blanco y nulo ha disminuido considerablemente, lo cual sugiere que el factor involuntario es secundario en este tema. Lo cual hace de los segundos, es decir los blanqueadores y viciadores deliberados, el mayor grupo. Sobre ellos se puede especular un poco, pero no demasiado. Una pregunta clave es cuántos de estos disidentes de las urnas, cuyo número ha aumentado significativamente este abril, van a mantener su postura en junio. En realidad el número de disidentes podría incluso aumentar. Pues quien se ha apartado del proceso cuando tenía 10 candidatos para elegir, con mayor razón lo hará ahora que le quedan solo dos, a lo cuales no quiso dar su voto, o siquiera su presencia, el domingo pasado. Pero quizás lo que más le molestaba a nuestro personaje era precisamente escoger. En una segunda vuelta las cosas entran más en foco. La realidad se polariza, las pasiones se intensifican, se forman dos partidos hechizos, transitorios, instantáneos incluso. Quizás para algunos disidentes el próximo junio tenga el atractivo que este abril no tuvo, y los competidores logren atraer a una parte de ellos hacia las casetas de votación. ¿Hacia dónde se inclinarían esos votantes recuperados? Eso dependerá de las campañas mismas. Pero en estos casos lo habitual es que el voto siga la tendencia general.