El domingo 10 el Perú habló. Los resultados los conocemos y se desprenden de ellos muchas interrogantes. Con ese telón de fondo y con un panorama de incertidumbre extendida y que apunta a la polarización, la primera vuelta arroja algunos datos curiosos que deberían llamar a reflexión profunda pues tendrán consecuencias en el futuro. Destacan tres. Primero, los apabullantes resultados del domingo le dieron al fujimorismo mayoría absoluta en el Congreso y 40% de votos a su candidata presidencial. Paradoja: en la comprobadamente fraudulenta elección del 2000, si bien “armaron” la cuasi reelección presidencial de Fujimori, para el Congreso el resultado fue más modesto. Le correspondieron al fujimorismo 52 curules –sobre las 120 de ese entonces– con lo que llegaban solo al 43%. Ahora tendrían 71 curules superando ampliamente el 50%. Segundo, el PPC –uno de los partidos “históricos”– por primera vez en su historia tiene una representación parlamentaria igual a cero. Dramático resultado del “nadie sabe para quién trabaja” como socio de la Alianza Popular. Premio consuelo: el PPC conserva su inscripción. Telón de fondo: la crisis severa del principal partido histórico (APRA) y de otro con gran relevancia en los últimos 15 años (Perú Posible). La paradoja: el fujimorismo, surgido contra el “sistema de partidos”, es el único partido que se ha construido sistemáticamente en los últimos cinco años. En el nuevo escenario de un Congreso controlado por el fujimorismo, con presencia en varios gobiernos regionales y con estructura partidaria nacional construida a pulso, es un factor fundamental de poder cualquiera que sea el resultado el 5 de junio. De su comportamiento democrático o autoritario –responsable o irresponsable– con los recursos públicos, dependerá que las relaciones sociales e institucionales se tensen o polaricen. Tercero, las sorprendentes coincidencias observadas en la campaña electoral entre algunas candidaturas que supuestamente estarían en riberas antagónicamente opuestas. De allí salen rutas interesantes de convergencia y, a la vez, de distancia para la segunda vuelta. Doy un par de ejemplos. La semejanza entre el programa del Frente Amplio (FA) y el de Fuerza Popular de utilizar para el gasto público los ingentes recursos del Fondo de Estabilización Fiscal (más de $ 9 mil millones). Para un enfoque liberal sería, seguro, “populismo” utilizarlo cuando habría que guardarlo para tiempos de “vacas flacas”. Por otro lado, es notable el énfasis compartido entre el FA y PPK en reforzar el fortalecimiento de la capacidad de gasto de los gobiernos locales y regionales, aumento del gasto social, temas ambientales e inversiones en redes de agua potable. Así, asuntos como estos –y no personalismos– son los que permitirán tender puentes entre PPK y quienes votaron, por ejemplo, por Verónika Mendoza. Es en este panorama complejo –y con paradojas como estas como telón de fondo– que continúa el proceso electoral. En la última encuesta de Ipsos –antes de la votación del domingo– el 51% de la población decía que de ninguna manera votaría por Keiko Fujimori. Esa cifra podrá aumentar o reducirse para la segunda vuelta; pero esta resistencia será –inevitablemente– un factor central en el clima futuro. KF, naturalmente, buscará reducirla y PPK aprovecharla. Si PPK quiere ganar la elección tiene que apuntar no al electorado de su adversaria, sino al casi 40% que votó por otros candidatos, incluidos los del FA, que seguramente esperan las señales adecuadas. En medio de este océano de paradojas, podría ser que esas señales se transmitan bien… y que lleguen. Finalmente, hay que llamar la atención sobre la perspectiva inmediata en esta segunda vuelta: la polarización. Ya es parte de lo que ocurre en la campaña y asoma peligrosamente como lo que ocurriría luego del cambio de gobierno. En los dos días transcurridos se me han acercado en la calle muchas personas que no conocía –de distintas generaciones y estratos– a compartir conmigo su reflexión. En particular, su desasosiego y hasta miedo sobre lo que puede pasar a partir del 28 de julio si en segunda vuelta ganase KF. Una doctora en un Centro de Salud, por ejemplo, traía a la memoria las luchas del 2000 contra la autocracia, cuando los derechos democráticos del país estaban asfixiados, y se preguntaba: “¿Tendremos que salir nuevamente a las calles?”. Difícil prever exactamente qué ocurrirá después de julio pero sería un error asumir que la historia necesariamente se tiene que repetir. Pero todo apunta a una polarización de la cual surgirán la urgencia de concertar y dialogar. Allí sí, para que la historia no se repita.