La renuncia de Alan García a la presidencia del Apra era lo esperable. Dejar el cargo es una ceremonia habitual en partidos con vida institucional. Este gesto que lo ubica en el llano lo hace menos expuesto a las inevitables críticas que vendrán. Ahora el Apra está lista para un nuevo congreso y una pugna por cargos partidarios. A pesar de que otros compañeros han tenido buenas performances (Jorge del Castillo en 1987, Luis Alva Castro en 1990, Enrique Cornejo en el 2014) García con sus dos presidencias y su paso a la segunda vuelta en el 2001 ha sido siempre la solución electoral del Apra, de la cual en cierto modo todo dependía. Los apristas no se esperaban una derrota en los drásticos términos en que ella se ha dado. El propio García se pasó la campaña como si realmente estuviera peleando el segundo puesto. Incluso el argumento para seguir en campaña, ubicar congresistas del Apra y el PPC en el Congreso, ha dado pobres frutos, sobre todo para los aliados. ¿Cómo entender el 6% de García? Todo podría resumirse en una sobreexposición. Demasiados años recibiendo y lanzando ataques, buena parte de ellos personales, hicieron que en estas elecciones el candidato proyectara un aura de cosa manyada. Ni siquiera el provecto Pedro Pablo Kuczynski transmite un sentimiento de pasado con tanta intensidad como García. Para García esta campaña fue una encrucijada. Intuía que no era su momento, y no estaba muy seguro de querer participar. Su entusiasmo terminó siendo más el reflejo de un político entrenado que una real fe en la victoria. A partir de un punto ya el esfuerzo se redujo a minimizar los daños. Que es cuando entró en circulación la palabra sacrificio. En todo esto hubo algo de paradoja. García habló tan bien como siempre, dijo más o menos lo mismo que los demás candidatos, convocó manifestaciones buenas y algunas incluso enormes. Pero lo que en otros tenía las resonancias de la novedad, en él parecía trillado. Como si el electorado no aprista simplemente no hubiera querido escuchar. El momento está cargado de señales. Javier Barreda ha dado la versión más optimista: “No diría que se trata del fin de un ciclo, más bien es una pausa que se está dando”.